Tijuana, México. 10 de Diciembre de 1977
Jacinta tenía quizás unos dieciséis años y una falda larga y roja que apretaba sus muslos y caderas fijándole un porte de tulipán; de las rodillas a los talones la falda se convertía en clavel. Don Alberto había visto mujeres flor pero nunca una mujer doblemente flor. Eso sin considerar que aun no alzaba la mirada. La blusa blanca parecía una mañana lluviosa y fresca, cómo la que Alberto miraba sin mirar, Jacinta fue la flor del almendro.
“Eso será”- susurro Alberto mientras la mirada volvía a la habitación. Acarició la mañana a través de la ventana con su mano izquierda, el calor de sus dedos opacaba el vidrio segundos antes de ser tocado.
Condensó toda su atención por segundos mientras contemplaba el fenómeno. Alberto acariciaba la mañana con el calor de su cuerpo. Entonces su cara se vio transgredida por montones de surcos y pliegues, y de su boca exhaló un lamento redentor, como si estuviese dando a luz al gran hubiera de su vida; y como toda madre, se sintió aliviado. La única diferencia es que este hijo no crecería, era más bien el feto retrógrado de su existencia. Con el feto en manos lo apretaba contra el pecho y lloraba esperando que su llanto pudiese ser la misma leche materna vivaz y cómplice del más animal amor.
Jacinta Marrieta Frías de Ordoñez (10 de Diciembre de 1920- 9 de Diciembre de 1977)
“La mujer que fue flor del Almendro”
Ángeles vestía de negro. Caminaba sin rumbo siguiendo el repiqueteo de sus tacones gastados y sosteniendo el sombrero con su mano derecha. Su mirada tenìa la intención de seducir el pavimento.
"Ángeles, la reuniòn es a las siete de la tarde, yo llevaré los canapés"- gritó Paz desde la esquina de la cuadra.
"Si, allí te veo"- respondió Ángeles sin mirar a su hermana.
Paz, con los puños en la cintura, dió una media vuelta y entró a su casa. Una vez adentro pensó en Angeles mientras recorría la casa. La lámpara de la abuela, las cortinas de su viaje de bodas, el librero del abuelo de Joel. El librero. Un libro de pasta dura salía entre los otros haciendo notar una reciente revisoón del mismo. Paz se acerco, lo tomo y abrio una página al azar. Decía asi:
Decidió arriesgarse del todo y bebió enteramente el contenido de la botellita. Pensó que el destino aprecia la monotonía puesto que la dicha o el infortunio del hombre a menudo cabe en una botella.
Paz cerró el libro y suspiró con una sonrisa que entretejía la lluvia del exterior y la tetera que avisaba un café conciliador. La reunión sería la noche nueva, el principio de las flores del pueblo.
***
Diario en blanco, es cierto, y es que Jacinta nunca se atrevió. Pero ella sabía que cuando ella muriera él se dedicaría a escribir sobre ella, sobre todo lo que calló, sobre lo que leía en sus ojos. Según ella, nadie la veía como él. Ella a veces no se encontraba y recurría a él para poder verse. También ella sabía que moriría primero y él se llenó de los nuncas de todo el mundo: nunca quiso escucharla, nunca quiso pensar en su ausencia. Negar el sí mismo sin ella. Pero todo, absolutamente todo fue inevitable.
***
A L B E R T O, ahora mismo le cuesta reconocerse en ese nombre, ¿Quién es Alberto? , ¿Qué es de sí mismo además del viudo de Jacinta?