jueves, 31 de diciembre de 2009

Lo Viejo

Llegaron a eso de las 6:30 de la tarde, a esa hora del día cuando los objetos se vuelven grises y hacen un esfuerzo sobrenatural por seguir brillando, sosteniendo encarnizada lucha contra la noche que arremete y amenaza con cubrirlos con sus negros mantos para hacerlos desaparecer por unas horas.
Entró él cargando su cámara en la mano, entró ella cargando la nostalgia acumulada a través de los años.
- Mira ese sillón, está completamente derruido –dijo él-
- Ahí solía sentarse mi abuelita a rezar el rosario todos los días a las 6 de la tarde, con sus ojos cerrados y las manos reposando sobre su falda.
- Ve aquella puerta de mezquite, está apenas sostenida –Se acercó el intentado girar la llave con la intención de abrirla- Es una lástima, ya no se encuentran puertas de esta material en estos tiempos –luego se retiró- mejor que no, si la abrimos seguro se caerá.
- Es la puerta del cuarto donde solía dormir cuando venía a esta casa, fueron muchas las noches en que esos gruesos paredones velaron mis sueños.
- ¿Has visto el comedor? Se ha despegado de la base, en poco tiempo esas patas no podrán seguir sosteniendo la mesa –dijo él buscando el mejor ángulo para fotografiar el artefacto que en poco tiempo iría a parar al basurero municipal.
- Justo aquí, a la cabecera, se sentaba mi abuelo, siempre con su sombrero color paja y su chaqueta gris…A su derecha, acompañándolo siempre en silencio, se sentaba mi abuela con su rebozo negro, muy negro.
-La sala es muy linda, quiero que ese color carmesí traspase el lente de mi cámara…quizá deberíamos arreglar un poco las cortinas, se ven bastante sucias y desgastadas.
- Detrás de esas cortinas solía esconderme cuando jugaba a las escondidas con mis primos – dijo ella acariciando las cortinas con honda tristeza perneando las yemas de sus dedos, simulando quizá que le ayudaba a él a arreglarlas un poco.
Cuando la noche ganó la batalla, se dieron cuenta que era hora de regresar.
- ¡Que casa tan vieja! –exclamó él-
- ¡Que casa tan llena de recuerdos! –dijo ella cerrando con candado el portón principal.
Donde él intentaba fotografiar objetos viejos, ella trataba de revivir viejos recuerdos.

Mili

lunes, 28 de diciembre de 2009

El cofre.

Abrió la puerta y el corazón ya salía por la calle.
-¿En verdad es para mí?-
-Por supuesto, especialmente para ti, mira aquí podrás guardar todas tus cosas-
-Está muy bonita, ha de ser muy cara-
-Es bonita porque es para ti-
-Cuando mi mamá viene del basurero me trae muchos juguetes, aquí los lavo y los guardo en las bolsas de plástico, hora podré meterlos aquí.-


Ellos los tiran porque no sirven más, ella los atesora en esa cajita que no parece real.


Lunática.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

cambio

Ella caminaba sabiendo a donde iba. Ella fue sustancia pura de transición. Ella caminaba sabiendo que su paso era un cambio, sin necesitar más que eso. Ella cambió. Ella que ahora viaja. Ella que pinta y esculpe. Ella que se despide de él. Ella sigue siendo ella y no. En su trama sólo habitan los pasos de la distancia que existe entre ser quien es o ser cualquier otra cosa. Sólo así se despide uno; el gesto de adiós viene de los trazos del cuerpo. Ella vino a mí, y yo, fui a ella: en ese paso fuimos y dejamos de ser nosotras, por el acto de caminar hacia… y al decir nosotros, somos uno. ¿Y qué el amor no es lo mismo?

Rebe

sábado, 19 de diciembre de 2009

WHISKY ADOLESCENTE

Trató de repetir las frases aprendidas durante el desayuno que su padre había sostenido con sus enardecidos colegas: “Esta guerra nos llevará al carajo. Ya nadie puede detenerla”. Cerraba los ojos, hacía luego un esfuerzo por recordar y volvía a repetir las mismas frases una y otra vez jugando con su voz, tratando de que ésta fuera cada vez más grave, cada vez mas parecida a la de su padre, que bien podría haber sido locutor de radio en lugar de doctor. “La gran guerra se lleva a nuestros mejores hombres y Europa se quedará sin manos para trabajar. Nuestros país tendrá más muertos por hambre que en el campo de batalla”. Se miraba luego los pantaloncillos cortos y la camisa arremangada que cubría sus brazos delgados y faltos de fuerza. Vió entonces que en nada se parecían a los del Dr. Brown, tan alto y tan fuerte.
Pensó entonces en escapar y con un abrigo encima y el pantalón gris que solía ponerse en las fiestas familiares, se presentaría ante el general, el sargento o…quien sea que reclutase hombres para la guerra. Se convertiría entonces en uno de ellos, en un hombre valeroso que ofrendaría su vida por la causa nacional que nadie conocía. Se miró luego al espejo y vio que todavía era imberbe.
Se dirigió entonces al salón desde donde escapa una densa fumarola con olor a tabaco, abrió las puertas intempestivamente, se paró frente a su padre que charlaba plácidamente con otra de sus viejas amistades, descansó luego las manos en la cadera y comenzó a repetir las frases del desayuno…”Esta guerra nos…Europa se quedará…los muertos…” No pudo entonces hilar una sola idea, sentía sobre la lengua un peso que le impedía vociferar siquiera una palabra, las manos le temblaban tanto que tuvo que pasarlas detrás de la cintura para esconderlas de las miradas estupefactas de los dos hombres. Después de un momento de silencio obligado por la extrañeza de su padre y su colega ante la gracia del joven adolescente, éstos soltaron tremendas risotadas.
El chico salió corriendo y fue a internarse a su recámara, se escondió luego tras la oscuridad que invadía la habitación y es que había mandado pedir unas cortinas a cuadros verde y rojo, pues en todas las casas que solía visitar con sus padres, había visto que las recámaras de los hombres lucían unas semejantes y el había dispuesto que permanecieran así, abiertas, expuestas en todo su esplendor.
Se acostó sobre su cama y las miró con detenimiento, llevaba tres días mirándolas, perdiéndose en la hondura y la simetría de los cuadros verdes y rojos, que a veces lucían más verdes y a veces más rojos. Los miraba buscando escapar de la extraña adolescencia que le atacaba y que le parecía insoportable sufrir en un mundo regido por los adultos que hablaban de política, fumaban, leían y comían hasta el hartazgo. Ser adulto significaba hacer todas esas cosas que él a los 13 no podía.
Un día, cargando risas y murmullos, un aroma dulce se coló hasta su recámara seduciendo sus sentidos. Aquél aroma le recordaba a algo que nunca había vivido, pero que ansiaba vivir, por lo que decidió ir a ver de donde provenía. Se dirige hacia una salita donde su padre solía reunirse con los amigos y se da cuenta de inmediato que ese aroma se desprende de unas botellas verdes cuyo licor bebían plácidamente aquellos hombres.
Luego entonces, a pesar de las advertencias de su padre, se atrevió a adentrarse en la antesala, infringiendo por primera vez una de las reglas de oro del hogar y se topó con una copa finamente tallada que alguno de los invitados habría olvidado y que contenía ese licor que para su sorpresa no era verde como su botella y lo tomó lleno de expectación.
Mientras lo bebía, escuchaba que los hombres entretejían anécdotas de política, de mujeres, de historia, de viajes, a la par que la copa se entrelazaba entre sus dedos. Escuchaba después el roce de las bolas de billar, olía el aroma de los cigarrillos y los puros que exhalaban aquellas bocas que no podía ver, observaba luego las cortinas de cuadros que cubrían los largos ventanales y pensaba que lucirían bien en su recámara, la que ahora exigía convertirse en una alcoba seria y respetable que acogiera al nuevo hombre que acababa de nacer.

Mili

viernes, 11 de diciembre de 2009

Todos se han marchado

Y algunos nos hemos quedado en la sala a esperar su llegada. Porque siempre, he estado segura, todos volverán y entrarán por esa puerta. Contarán historias, de cuántas veces se enamoraron en el camino, y se escucharán como adolescentes, -que es la primera vez que les sucede así- les brillarán los ojos y nos beberemos unas cervezas; contarán que se extraviaron, de robos, que no tenían ni un euro para volver a casa. Que tuvieron que cantar en la estación de Atocha, no importaba el qué ni el como: había que volver a casa, las ganas ya quemaban.



Algunos se han ido sólo a un par de horas de distancia de aquí pero se ha sentido como meses de lejanía. Para otros el viaje ha estado en la propia ciudad, no nos hemos encontrado, las rutinas, los amores, el desencanto, todo, todo de repente ha tragado. Hemos echado raíces. Nunca nos lo propusimos, sucedió así, como el enamoramiento, como el incomprensible amor que le tienes a tu hermano. Que vengan mañanas de domingo, de café en las madrugadas, risas y el sinsentido.



Porque la cercanía produce ceguera. Porque hay muchas búsquedas, reunámonos para contarnos la vida. Bienvenidos, cada uno a casa. No lleguen tarde. Es necesario vernos a la cara y decirnos, a pesar de todo eso, seguimos vivos.

C.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

"Eso que te digo"

-¿piensas algo cuando estás callada?-
-no-
Silencio.
-claro que si- dijo para ella.
Silencio.
-yo te nombro- dijo para él.
Silencio.
-bueno, te he mentido, si pienso, ahora mismo no; el trazo es lento-
-¿qué piensas?-
Silencio.
-¿Qué te digo para que no me descubras?-dijo para ella
-en que tengo frío-
Silencio.
-¿y si te abrazo?-dijo para él.
-si, el clima está bárbaro-
Silencio.
-¿y si me abrazas?- dijo para ella.
Silencio.

Lúnatica.

lunes, 30 de noviembre de 2009

"Nota de diario" -Silencio-


Una tarde de Mayo.

Tengo 56 años. Vivo cerca de una ciudad, entre una pequeña loma a las afueras, casi llegando al mar. Mi esposo trabaja por su cuenta, en casa o a veces renta un cuarto en las cabañas del cerro del tequila. Es músico y una vez al mes toca en el bar de la esquina del centro. Yo escribo como siempre, no por oficio ni confesión, ni por alivio… o bueno eso según la ocasión… En fin, tengo una hija de 20 años y ….

Bueno para que tanto cuento, sí, justo abrí mi diario para contar una cosa verdaderamente importante que me sucedió en la vida. Resulta que me morí, pero hasta ahora no había podido tener la fuerza siquiera para escribir de eso. Pero bueno todos tenemos nuestros momentos y permisos de duelo, la verdad es que a mi me pesó bastante. Pero en fin…

Resulta que la mañana del 27 de Mayo de 2053 desperté con una sensación rara. No era una sensación como la de despertar sin saber dónde se esta; sin reconocer algunas partes del pasado como pasado. No, fue una sensación de plenitud. Desperté sintiendo la absoluta plenitud, esa que el simple hecho de haberla vivido, aunque fuese impermanente incluso en el acto mismo de vivirla; aunque supiese que eso no sería eterno: el mismo acto de plenitud total, convencía al ser humano en capaz de seguir viviendo. El deseo de vivir absoluto, fundado en aquel instante en el que hubo sentido; el recuerdo de dicho instante traía la misma alegría necesaria para seguir deseando la vida… por siempre.

Así desperté y la mañana se veía igual. Era un juego de colores. La luz que entraba de entre mis cortinas tintas y transparentes, iluminaba la habitación cálidamente, como estar dentro de las brazas de un fogón; pero uno pacífico, no violento como el fogón del fuego. Un fogón de celofán.
Bajé las escaleras de mi casa, me serví un café y llame a una amiga mía. Eran las 9:40 de la mañana. Platicamos cerca de cuarentaycinco minutos; de la vida, de mis planes de dejar de fumar para mi cumpleaños número sesenta. De que ella acababa de empezar clases de danza electrogrunge, un estilo peculiar de los nuevos guettos de puerto rico, una combinación entre la electrosalsa, reggeatón casero y el naufragio de un grupo de orquesta de Tailandia que se declararon ocupas y se instalaron en la isla caracol; vivían del espectáculo de performance en vivo cada sábado. Muy famosos y admirados especialmente por los locales.

Bueno en fin, (me he vuelto a perder).

El caso es que hablé con mi amiga, desayuné un par de panes con mermelada de naranja agria y queso, y unos espárragos con jocoque para asentar la comida. Descansé la cabeza sobre la mesa mirando hacia el jardín. Admiré, como se admira cuando se tiene el tiempo de detenerse. Como la mañana de mi jardín; ante mis ojos. La observé un montón de minutos, diminutos y gigantes, uno a uno los minutos pasaron y yo, sostuve la mirada en la palma, el limón, las gardenias y los helechos de las esquinas. La enredadera se dibujaba sedienta y seductora por la pared, abrazando los espacios en una naturaleza viva. Todo sucedió con la sensación de quien fija la mirada unos segundos y al parpadear despierta de un estado hipnótico en vigilia. Pero habían pasado ya un montón de minutos.

Subí a mi recamara y escogí el vestido del día. Sin saber que era verdaderamente “el día”; sin esa noción de certeza de la que hablan las historias de suspenso baratas. Sólo sentí que escogía el vestido del día, de una forma cuidadosa, atenta, gloriosa, deleitante por ser la vestimenta del día; la máscara del instante.
Tome un baño, limpié cada parte de mi cuerpo, con ternura. Cante en el baño y me miré los pies un buen rato. Al salir me que dé sentada unos minutos en la tasa. Mojada y mojando la cerámica del retrete, observando mis pies, mis rodillas humedecidas y la toalla blanca con que me cubría. Sintiendo la caricia del vapor del baño. Escuchando mi respiración.

Me alisté cautiva. Coordinando cada arete, cada accesorio con la mirada de mi
cuerpo. Manteniendo la transparencia del alma incluso en la combinación de mi existencia, mi instante final, yo.

Salí de casa acompañada de mi hija y mi marido. Llegamos a la recepción de un restaurant de la costa, había una reunión de amigos y familiares debido a los casi 60 años de un amigo de antaño. Los vi a todos, yo era la encargada de la lista de invitados. Crucé muchas miradas y sonrisas; los abrazos fueron auténticos, no importó de quien vinieran, eran abrazos.

Más allá de todo, recuerdo el baile con él, mi último baile. No fue una balada como lo hubiera soñado una quinceañera (que risa pero es verdad, esa fue mi quinceañera hablando). En fin, fue una canción gringa onda rock clásico; y las miradas. La risa, mejor aun, la carcajada que tuve a su lado. Sus manos eran manos vivas, cálidas y decisivas, las mejores manos. Así las viví, esa tarde como las mejores manos. Todo el. Un par de casi ancianos, soñando aun con la libertad, con el amor, con la alegría, la seducción preguntándose aun por la verdad, todo en un mismo baile.

El y yo volvimos temprano a casa, alrededor de las 9 de la noche. Nos pusimos las pijamas, cenamos un plato de cereal y preparamos un cigarrillo para festejar. Sobre el mueble de la ventana observamos la noche y sus millones de estrellas. Estrellas como minutos, millones de minutos, diminutos y gigantes, que contemplamos entre un abrazo y un suspiro. Al volver del parpadeo a la naturaleza viva de la noche, me di cuenta que mi vida se había terminado. Como se terminan los libros, de un lado al otro. Como se construye el silencio. El total mutismo de la existencia. Así me di cuenta de que mi vida había terminado; de un instante a otro.

RMO

…ni el silencio cabe donde la muerte llega, es ese lugar en donde uno comulga verdaderamente con el universo, es el origen del origen…

jueves, 26 de noviembre de 2009

CAFÉ METAMORFOSIS

Tenía que tomármelo para darme cuenta de su poder enigmático.
8:00 a.m. Me bañé, me vestí, subí al auto y me fui al trabajo. Llegué luego a la oficina, encendí el monitor de la computadora y con el abrigo todavía puesto me dirigí adormilado y falto de ánimo hacia la cocineta donde hervía la cafetera.
7:00 a.m. Benito el conserje abrió la puerta de la oficina, encendió la luz del comedor y conectó entonces la cafetera. Barrió la calle, sacó la basura, regresó al comedor y se sirvió una taza de café hirviendo.
8:15 a.m. Tengo cuarenta y seis correos por leer, cuarenta de ellos tienen el icono de importancia alta, me doy cuenta entonces que los seis que no lo tienen son los verdaderamente importantes. Leo y doy un sorbo a mi taza, suspiro con desgano y doy otro sorbo, sigo leyendo y contesto el teléfono, es un cliente molesto. Doy otro sorbo verdaderamente urgente y desesperado, mi taza de café está vacía, ¡Esto si es importante!
8:15 a.m. Benito conserva su taza de café medio vacía, medio caliente. Se fuma un cigarro y da un trago para quitar el mal sabor. Sus dientes están ahora más amarillos.
08:30 a.m. Me dirijo al comedor para servirme otra taza de café. “¿Usted toma más de dos tazas al día?” -Me preguntó alguna vez el médico- “No” –le contesté- “No hay de que preocuparse entonces, está usted dentro de los límites de lo normal” –Me respondió.
Ya no hay suficiente agua en la cafetera. Esto también está dentro de los límites de lo normal. Hecho un vistazo a los escritorios de mis compañeros, de todos ellos surge una tenue fumarola que desprende un aroma a café sin azúcar. Regreso a mi lugar, esperaré a que alguien se termine su taza para que se vea en la necesidad de poner a hervir más agua. Nadie lo hizo, ni siquiera Benito.
7:30 p.m. “¿Y para usted?”, “Para mí un café cortado sin azúcar, pero le pido me traiga la leche y el café molido por separado”, “Veré si me lo permiten señor, ¿Y usted señorita, va a ordenar algo?”, “Una coca cola por favor. Me trae por separado el vaso y los hielos” Su mirada es sarcástica.
7:45 p.m. “Mira Susana, así es como se prepara un verdadero café cortado. Debes batir el café molido con un poco de leche hasta que éste se vuelva blanco y líquido. Es cosa de tener tacto y paciencia”, “Para un café y una coca cola mejor nos hubiéramos quedado en casa resguardándonos del frío”, “No Susana, en mi casa se terminó el café. A decir verdad hace un par de meses que no compro, como siempre hay en la oficina…Pero éste café es distinto… ¡Me supo a gloria!”
07:45 p.m. “Toña, ¿Ya está el agua p’al café?” “Ya Benito, lo puse antes de que llegaras” “Volvistes a comprar pan”, “Benito pero es que no había conchas y como a ti te gusta tanto remojarlas en el café”, “¡Está pero bien sabroso! Este café es de otro ¿verdad? Está de muy buen sabor”
Benito tenía que tomarlo para darse cuenta de su poder metamórfico.

Mili

La historia del café y la tasa.

Es la historia de un negro caliente que penetra la blancura de porcelana con su aroma y sus líquidos calientes y todas las paredes blancas y frágiles se estremecen con su calor. Todo queda invadido por el sabor del líquido negro y caliente que todo lo calienta.

Elisa.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

CLARA Y EL NEGRO CALIENTE.

Clara se preparó el último café del día.

Mientras esperaba que el fuego hiciera subir las aguas de la antigua cafetera italiana para un expreso individual, fumó tres largas y profundas bocanadas de su cigarro de marihuana sentada en el resquicio de la puerta mirando el humo azul rey reagruparse para después dejarse ir cada uno de los azules por su lado volviéndose blancos hasta desaparecer en el aire para siempre. Detrás, las hojas del dollar azul casi gris, se mueven con el aire. Parece que bailan en una coreografía caótica perfecta al ritmo del melódico viento.
Clara se sorprendió, con la quijada relajada y la boca abierta con una expresión boba, como mirando la danza de esas hojas... tan perfecta, cuando el sonido del café hirviendo la sacó de su ensoñación para regresarla al instante en la cocina. Apaga el fuego, se quema un poco al tomar el asa caliente de la cafetera, toma un trapo de cocina y una tasa: su tasa blanca que acaba de lavar minutos antes haciendo equilibrio por no tirar ningún otro plato colocado con maestría en equilibro improbable en el secador de trastes. Con el trapo toma el asa y vierte el contenido en la tasa blanca que recibe gustosa al negro caliente y el vapor que se levanta de esa unión del banco y el negro en ardiente atrevimiento… Clara disfrutaba tanto de ese aroma que se le metía toda por la nariz y hasta los ojos, la boca se llenaban del aroma del café recién hecho tan negro y espeso que el blanco de la tasa se perdía por completo en su presencia. Clara tomó la tasa entre sus dos manos calentándolas, siempre con las manos frías, acercó la tasa a su rostro y aspiró una bocanada de ese líquido espeso y delicioso.

El día de Día de Clara se contaba en cigarros de marihuana y Cafeteras de express.
Y por último pero no menos importante por cuartillas escritas de palabras que aún no sabía si podrían ir unidas en un solo texto o era una colección de retazos de probables novelas o cuentos o ensayos que no cabían en un ninguna de las categorías pues eran solamente un flujo mental que le era imperativo salir y ser concedido, la tinta y el papel para ser releídos.

De alguna manera sabía que había llegado el momento de sentarse y tomar el dictado. Era momento de sentarse y escribir lo que le hacían llegar a sus recovecos mentales, de dónde venían estás palabras, qué querían decir y con quién querían hablar aún no lo sabía pero tenía que dejarlas salir y existir en alguna parte antes de hacer una explosión en su cabeza.

Clara se sentó frente al monitor puso gracilmente sus manos en ese tablero que conocía de memoria y se estuvo quieta hasta escuchar el dictado.

Clara tomo un sorbo de su café que aún estaba caliente lo dejó en su boca para sentir que el negro delicioso y caliente la acompaña.

Un negro delicioso y caliente.

¿Qué pensamientos le atravesaban ésta mañana la cabeza a Clara?. El negro delicioso y caliente que me como cada mañana. Mmmm

Eso un negro delicioso y caliente es lo que me gusta desayunar.. jaja… se imaginaba esa frase dicha en descontexto y una risa boba le invadía el espacio vital.

Tenía la mirada clavada en la ventana: afuera sus árboles se movían graciles bailando, pareciera con la música sonando en casa de clara. La Sinfoniía 5-3 de beethoven. Pero en realidad bailaban con la música del viento que las hacía danzar inequívocas graciles y dóciles en el espacio, acariciadas por las notas transparentes e incoloras e insonoras de ese viento que las hacía a su vez cantar susurros de felicidades. Pero beethoven seguía sonando y a eso sonaba ese viento, ese momento y con beethoven bailaban esas hojas y flores hermosas ante los ojos de Clara que tenía la suerte de estar ahí mismo en ese instante para disfrutar de tan hermosa coreografía perfecta y eterna

Otro trago del café ya tibio. El sabor que queda en la boca es más amargo que antes. El negro caliente se volvió amargo pero aún así es delicioso.

Elisa.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Café: macciatino


CONFIANZA

Elena.

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El deseo del colibrí

Tarde. Exterior. Patio con plantas y algunas flores; un colibrí que se pasea. Un café expreso doble cortado y un americano sin azúcar evaporándose sobre la mesa.

-Me da miedo, el simple hecho de pensar que algún día me puedas dejar de amar.

-Pues no lo pienses.

- Pero es que a veces no está en mí, creo que estoy loco, no debería pensarlo porque nos contamina, pero me llega sin darme cuenta, me tensa. ¿Me entiendes? No es que yo quiera complicar las cosas, pero hay ocasiones en las que siento que incluso lo que dices me lastimará por adelantado… ¡Ah! Estoy loco, discúlpame.

- No me pidas perdón. No sirve de nada. Sólo hazme entender. No lo logro. ¿Qué te hace falta? Habla antes que pensar, es más fácil.

- No sé, a veces hablas de tu pasado con tanto amor que pareciera que aun lo sientes. Si nos enfadamos por alguna cosa, tiendo a sentir que es porque extrañas aquello de lo que hablas con tanto amor. A él, ¿Sabes? Pero a la vez sé y estoy seguro que no. ¡Es en realidad que estoy loco, loco, loco! (se golpea la cabeza varias veces con la mano, desaprobando su mas elocuente afirmación)

-No te pegues por favor (con ternura y cuidado le baja la mano de la frente)
Limpia las lágrimas y responde:

- Pero si es que lo amo aún. Siempre lo amaré. En eso no te has equivocado. Pero cómo explicarte que ya no está. Si yo muriera en este momento, ¿Seguirías amándome por siempre?

- Si.

- Pues así fue. El murió, quizás simbólicamente, pero si murió. Incluso fue de un día para otro. Cuando lo veo, en cuerpo, que habla o se dirige a mi, solo siento que fuera un fantasma, que de verdad me da gusto ver, que me acerca por momentos a aquel otro que amé y que me enseñó tanto. No sucede más. Pero en verdad todos los días de mi vida existe una honda exhalación en la que agradezco y nada más. Le agradezco porque con el fui y por eso que fui soy, y mira aquí estoy contigo en el café. Nunca tomé café con él. Yo amo el café. Estamos tomando café.

- No se. Creo que es un problema mío, por mi incapacidad de creer que alguien me pueda amar. Siento que sólo hace falta una decepción para que me dejen. No quiero sentirme así. No es todo el tiempo. No quiero que esto nos afecte.
(el colibrí se acerca al café, se queda estático en el aire en medio de las dos tazas, a unos centímetros de ellos; ellos solo pueden verlo flotar. Desaparece)

-Cuando era niño, vine de viaje con mis padres a la ciudad. Estábamos en el mismo cuarto de hotel y yo dormía en una cama, ellos en otra. Desperté de repente, tenía tanto miedo. Tanto miedo. Pensé que mis padres se habían ido y me habían dejado allí. Cuando los vi pensé que eran unos robots. Pensé que habían dejado unos robots allí para que ellos se pudieran ir. Tuve que despertarlos para calmarme. (Sus ojos se llenan de densas lágrimas y después saltan por sus mejillas, sin sonido, sólo las lágrimas)

- Me duele escucharte. Porque te amo. Pero no puedo hacer más que eso. Eso es lo más que existe. Me lastima porque descubro que mi manera de expresarme y ser, de entregarme libre, sin ataduras y sin recubrimientos; sin disfrazarme, es una manera de ser que te lastima. Pero a mi me duele todavía más que el hecho de lastimarte; el hecho de mi verdad agrietada. Me duele descubrir que amar y ser amado, sin un mínimo manto de textura o disfraz, tal cual somos, lo que pensemos, sintamos y soñemos puede lastimar. Que yo pensaba que algún día podría construirme con alguien, tal cual soy, sin lastimar. Que se ame sólo por la capacidad del otro de amar, sentir, pensar y soñar… nada más.

- Justo eso era lo que no quería. No quiero plagarte de inseguridades. Yo quiero que seas libre. Te amo libre. Mírame, te quiero libre, tan libre como puedas. No siempre siento esto es sólo a veces, y hoy pasó, pero no te entristezcas por favor, lo resolveré, ya verás.

- Esto que está pasando es serio. El colibrí se fue. Voy a tejer. Estemos en silencio querido. Cuando el diálogo se agota es porque nos hace falta un monólogo. Te invito.

Silencio

Mujer que teje, escucha desde el interior de su cuerpo como si tuviese los ojos cerrados (pero en realidad están muy abiertos y fijos en las agujas del tejido)

Yo genero mi propia dinámica de miedo, ahora tengo miedo porque creo que quizás él será, el único hombre que me pueda llegar tan cerca, tan a la medida, tan exacto, pero no perfecto. Que es tan casi milimétricamente accesible a lo que he buscado y sin embargo lo lastimo con mi franqueza. Y que si mi deseo de libertad no se satisface en su totalidad estando a su lado, es quizá porque tengo la ilusión (casi falsedad, casi utopía) de creer que es posible vivir la libertad con alguien; pero en realidad las cosas quizás no funcionan así.

Entonces es una decisión en torno a utopías, a falsedades; donde una data de la decisión de construirme con alguien en la imperfección de la libertad y, la otra, está en construirme libre en la imperfección de la soledad (contigo no tan libre ó libre y sola)

Donde está la verdad poco importa, es más una dicotomía de incertidumbre, es descubrir que entre cada espacio átomico de las cosas yace un pedazo de incertidumbre, es quizás observarla en su total esplendor. La incertidumbre nos acontece en cada segundo, en cada acto de ver las cosas, de escuchar lo que escuchamos, de sentir lo que sentimos… simple y sencillamente porque soy mas pequeña de lo que me he atrevido pensar.

La misma naturaleza de mi alrededor me refleja que la incertidumbre es la misma llama que la enciende y la apaga, es el espejo que refleja el silencio oculto de lo que es admirable, lo innombrable…

Si te digo que te amo, también estoy plasmando una partícula de incertidumbre; en los silencios entre las palabras, entre las letras, en la misma formación de las letras como símbolos. Así, la “A” también podría ser “A” ó “A” ó “a”...sucesivamente. Así en cada acto de certeza que yo pueda plasmarle a la naturaleza, también acaricia la incertidumbre posada en cada espacio libre de mis significados.

Si te digo que te amo, no depende de mí, depende en de lo que tú escuches de mí. Así pues, existo en la medida en la que me dejes existir en ti, mas allá no puedo llegar; NO QUIERO LLEGAR; porque es una trampa. Es a fin de cuentas creer que soy capaz de soltarme absolutamente de esta soledad para estar contigo; y así solo estaría habitando tú soledad.

Y, si te digo que te amo; no puede significar otra cosa más que de entre la incertidumbre de amar, yo sé inciertamente que te amo, y soy capaz de formular una verdad siempre latente. Estoy construyendo mi deseo. Puedo construir mi deseo, aun plagada de desatinos, puedo saber que no sé cómo, ni cuándo pero empecé a soñar.

Es como tejer, casi automático; el ejercicio del deseo. Es como zurcir el suéter que a unas veces quedará a la medida y otras más, terriblemente grande o terriblemente pequeño. Me atrevo a mirar mis manos, seguir la pauta de mis dedos al tejer y detenerme antes de hacer el punto; me permito el deleite de tejer mi propia ropa creyendo que eso es suficiente. En el momento lo es, en el instante pareciera que tiene sentido y que llegará a un fin, el fin de ser un punto perfecto. Pero cuando veo el suéter terminado, sólo busco los puntos inconscientes; aquellos que se lograron desvanecer de entre mi constante escrutinio de consciencia. Busco fascinada por dónde pude yo haber equivocado mi deseo, un hilo que me lleve a querer tejer otro suéter.

La verdad es que aquellos que tejo perfectos y sin puntos deformados, son aquellos que regalo al instante. Porque esos ya no me sirven. Al final amo mi capacidad de descubrirme incierta. Mi ética será quizás la mas inconsciente y retorcida; y me parece fascinante.

Y si digo te amo; quizás sólo es porque ahora terminé de tejer un suéter y está plasmado de puntos inconscientes y apretados.

Se rompe el silencio.

-Querido, ¿Te he dicho que te amo? Si, lo he dicho lo sé. Pero te amo.

RMO

domingo, 22 de noviembre de 2009

Quince para las seis.

Este montón de cosas que te he dicho. Todas las esquinas que borraste.

He encontrado música nueva, esa que no me has enseñado tú, esa que no tiene más que ruidos del país que conocimos entre sueños, el hotel desvencijado que nos guardo húmedos y sigilosos. Porque ahí fuiste un valiente.
Pongo el primero, aún no sé cuantos faltan por borrarte. He bebido hasta colorear la dentadura.
He bebido hasta perder la femineidad. Lo más delicioso y mis hijos no se podrán alimentar.

Y con la arena caliente entre los ojos sé que no hay más por decir. Sé que las palabras son nada, no llegan, no tocan, no pesan.

Este tiempo de veinticuatro por cada siete que me he tragado en la terraza, con los dedos apretando el no tabaco que dejó la costumbre. Con la mirada en la no mirada que dejó la nostalgia.
Hoy que eres un recuerdo, hoy que eres eso que fuiste es cuando más cerca me (te) siento.

El sillón más verde de toda la ciudad, me siento y soy una hormiga en la gran ciudad. Ahora que puedo estirar las piernas, ahora que mi bolso se desparrama en tu ausencia.

-¿Qué vas a querer?-
-Para mí un doble cortado por favor-
-¿Es todo?-
-Su doble que es triple. Por favor-



Lunática

Tiempo libre

-“Madre porque mi reloj no marca la hora”-Preguntaba Joaquín durante el desayuno.

-“Porque le hace falta batería”- Le respondió su madre mientras le servía un par de huevos cocidos y chocolate caliente.

Joaquín miró curioso a su madre -“¿Y qué pasa con el tiempo no marcado?”- Pregunto como si fuese un gran acontecimiento el fallo de su aparato.

La madre siguiendo un poco con las sugerencias que el hijo le hacía en el mismo hecho de preguntar, respondió - “Es un tiempo no vivido hijo” y permaneció atenta a la reacción del pequeño, un tanto divertida por el atrevimiento de su respuesta.

Joaquín abrió la boca y levanto las cejas sin poder evitar la sorpresa que agitaba cada parte de su cuerpo -“¿Y si pararan todos los relojes del mundo?”- preguntó aun mas exaltado y deseoso de devorar lo que viniese en respuesta.

La madre permaneció callada unos segundos, no sabía responderle desde el idealismo y en un acto retorico devolvió la pregunta por miedo a desvanecer la sorpresa y curiosidad que despertaba en su hijo-“¿Pues no se Joaquín, tu que crees que suceda?”

El hijo se incorpora en la silla, toma un trago de chocolate caliente y mira alrededor mientras su rostro se complica, tuerce los cachetes y las cejas a modo de pregunta y después de unos segundos arroja su respuesta-“madre, es O-BVI-O. Primero nos daría miedo, porque ya no viviríamos, pero después seríamos libres ”

-“¿Libres?”- pregunta la madre desconcertada

“Si, libres mamá”- contesta con un gesto mas cercano al enfado que a la sorpresa y la mira fijamente a los ojos.

Ella lo miró con una ternura fugaz y empezaba a sentir un ligero dolor en el pecho. Esa palabra la torturaba porque nunca había entendido su complejidad, era demasiado abstracta, demasiado para ella. Ahora, el hijo no hablaba de otra cosa y ella ya no sabía como evitar la charla de la libertad. Sólo se preguntaba por la curiosidad de su hijo en torno a la palabra. El día anterior había recogido a una lombriz libre de la tierra, armó la pista de la libertad para sus cochecitos, y justo le había pedido que le preparase un par de libres huevos para desayunar y ahora volvía de nuevo el tema. Lo miró y le pregunto directamente -“¿Crees que no eres libre hijo?”-

“No mama, porque ahora yo sólo tengo un reloj que no sirve”- y baja la mirada acongojado y añade:
“Un niño con un reloj que no sirve no convence a nadie de todo el tiempo libre que lleva dentro….Y yo tengo tanto que podría hacer que todo el mundo fuera libre”

La madre se sentó al lado de su hijo, permaneció en silencio y mirando fijamente al pequeño. Se esmeró por direccionar la mirada, la energía que emanaba de la mirada, todo hacia su pequeño. Sintió que lo veía por dentro, su visión se comenzó a tornar cada vez más borrosa y nítida; una paradoja. Entonces vio las entrañas de su propio hijo, no había más que carne, y en realidad intentaba ver el tiempo, el libre tiempo, él libre. Pero no lo vio, solo los órganos funcionando perfectamente, pero no el tiempo libre.

“hijo mío, perdóname pero no puedo verlo” y agacho su mirada en desaprobación y un tanto dolida por su propia incapacidad de ver.

El hijo se quedó callado, después de unos segundo miró hacia su cuerpo y le dijo; “ay mamá, es que no sabes como es el tiempo libre verdad?”- y la miro con una sonrisa, comenzó a explicar, “Mira mis dedos del pie, se mueven así ¬ ; mi estomago se mueve mas lento y sin silencios así < grrrruaaaaagrrraaa >; y mis manos se mueven asi ”- y movía sus manos como abanicos.

Entonces Joaquín con la sonrisa en el rostro miró a su madre y le dijo “ Ves mamá, cada cosa va a su tiempo, por eso es libre… pero nunca nadie se da cuenta de eso, yo por eso sé que estoy lleno de tiempo libre.”

Rebe

miércoles, 18 de noviembre de 2009

En libertad

,y es que eso que buscas no lleva rostro de mujer

Quedo libre de tus crudas verdades, de todas Ellas: las de tu pasado y presente, que confieso me taladraban, de esas otras que seguramente mañana también vendrían. Que aparecerían de nosédónde. Cuando el “como siempre” comenzó a doler

Me libro de tus noches con otras, de lo cotidiano y beber desenfadadamente en la calle. De las charlas que no necesitan un pretexto de frente para existir. Me libro de tus partidas a las dos de la mañana. Quedas libre de mis visitas –porque las mías solían ser de día con falsas razones. Me libro de los paliativos que me suministrabas, de las caricias en mi flequillo mientras hablabas de temas importantes. Te liberas de mis obsesiones, de los minúsculos detalles en los que solía columpiarme, de que feche nuestra historia torcida y cien veces atropellada.

Te libras de mi insomnio, del sexo truncado en el que a veces –hemos de admitir de una vez por todas- no nos encontrábamos, no te hallaba. Los ojos que no dialogaron hasta el día en que mi partida fue anunciada. Ya no había para donde tirar.

Adiós a tus regalos que venían en forma de melodías y rojos
De eso que no sé qué fuimos
Del miedo que te tragaba
Desertora de este juego de cuatro y tres participantes

Nos acabamos el presupuesto
Se nos terminaron los recursos
Gasolina insuficiente para este viaje extraoficial

Te liberas de esto que sé no te fue suficiente.
En libertad ésta mujer. En libertad ése hombre.


C.

martes, 10 de noviembre de 2009

Vencidos

Hago el ejercicio de tomar un autobús, carretera para pensar “quizá sólo para eso fueron hechas” divago. Viajes largos, un montón de desconocidos y el asiento de al lado vacío. Porque la habitación para uno siempre es más costosa. La voz de todas nuestras madres: la quiero callar y decir “eso no es cierto, a mí no me pasará”, pero cierro la puerta de la habitación y asiento la cabeza, quizá ella tenga razón.


C.

domingo, 8 de noviembre de 2009

(sin título)

pero los dos a la vez,
exactamente a la vez.


- Y siempre me quisiste.
- No, hubo un tiempo en que no te quería, no como te quiero ahora, claro.
- Esperaba otra respuesta.
- Aprendí a escucharlo. de repente comprendí que todo eso era lo que quería: que te quería. supe que todo el camino de mis aprendizajes me había llevado a ti. y ese camino no fue fácil, nunca nada que te cambia por dentro lo es -lacerante maravilla, shatzyshell-. tú no lo entiendes, quizá no lo entiendes, no sé si lo entiendes.
no importa, no hablemos; no hace falta.

Elena

viernes, 6 de noviembre de 2009

"Máximas del aprendizaje"


Aprender a hablar… es saber decir lo que está en mi corazón.

Aprender a ver… saber enfocar las luces de la oscuridad.

Aprender a escuchar… dejando que las palabras reposen mis espacios sin antelación de argumentos, una a una, las letras que forman las palabras y el silencio que se posa entre ellas; los gestos que vislumbran emociones y ademanes que sugieren historias de vida: el árbol, la montaña, la sonrisa, el río, el llanto, la lluvia, historias de vida de lo natural.

Aprender a saborear… y nada más: manzana, limón, afta, carne, flor, sandía, aguacate, lengua, labios, beso que es tan diferente.

Aprender a tocar… tanteando en la palma la suculenta oscuridad como si fuese la luz de mi vida.

Aprender a vivir… dejar que todo lo que haya aprendido se vaya con su muerte natural, que me invadan los vacíos del silencio total: dar a la muerte su respectivo lugar en la vida.

Cuando nació entendía sin la palabra. La carne suave regordeta y puntiaguda desalojaba la leche de la vida. Esa criatura sabía cómo aproximarse a la leche de la vida, sin palabras. Aprendió a hablar para darle las gracias a la montaña sagrada de leche y así conoció a su madre.

El mundo era para aquella diminuta criatura el momento y nada más. Aprender es dejar de aprehender lo que se ha aprendido. Gracias y nada más…

RMO

martes, 3 de noviembre de 2009

La más grande de las decisiones...(con caramelos de menta)




De vez en cuando necesito de eso, de llevarme al límite y explotar. Hoy desperté como sobreviviente de mi misma… escuchando cada parte de mi cuerpo resonar el mensaje de la vida, esa que se me va de cuando en cuando, más usualmente en momentos turbios.

Existen solo pequeños instantes en la vida en los que he sentido que realmente tengo control, es un ejercicio homeostático, esa la vida. Es que la vida me es o me pareciera tan incontrolada y abstracta que no la puedo poseer y entonces me desato.

Mi loca sin percepción de tiempo ni continuidad se desborda como la leche hirviendo; la destrucción. No me atrevo a llamarla autodestrucción porque no me basta la palabra, es una destrucción total. Me voy hacia ella queriendo beber todo el reflejo del espejo.

Hoy he sobrevivido a los días de alcohólicos reflejos y nubarrones del tiempo, días que yacen en los pétalos de una margarita. Hoy que he visto el “me quiere, no me quiere” uno a uno tirarse al vacío y dejarse llevar por el viento, hoy escuché que me quería, esa la vida, me quiere.

Así abrí los ojos del letargo y mi ventana sobreexpuso la luz de mis intuiciones.

Quiero paz.

Quiero poder decir que lo amaré hasta que muera.

Quiero poder ver todo con estos ojos de hoy, que se clavan en los espacios más limpios, entre las hojas, con cuidado y amor. Esta piel que se deja cobijar hasta por el sol sin cargos vencidos de calor ni cuentas en deuda de luz, quiero esta tranquilidad que habita en el pecho.

No quiero la tristeza ni la decepción, de saber que hay momentos en que tanta neutralidad me parece incontenible, incontrolable y me voy de mí, deshabitando mis lugares amorosos y arrojándome a una canción de luto.

Hoy desperté con el respiro del sobreviviente, la asesina me ha venido acechando por días y ayer me miró a la cara, me tomó por el cuello y ahogó cada deseo de vida en mi reflejo, pero ella no contaba con que hoy amanecería en paz. Soy mi asesina y me mato, siempre recurro a la muerte para sentirme viva.

Hoy cambiaré de personalidad. Que la asesina sólo venga si es para matarme, mientras tanto quiero vida. Me regaré con agua limpia, con cariño, luz solar, la muerte vendrá entonces no para traer vida sino para dar muerte, como debe de ser.

Quizás entonces hoy, deje de ser una vulgaridad de la vida, quizás hoy no tenga miedo a decir te quiero o a olvidarme de los cigarrillos...

RMO

domingo, 1 de noviembre de 2009

4/9

4/9


Decido guardarme un poco, no hay prisa, y sin darme cuenta te elijo.
Elijo ésta mañana, éste estar recostados cinco minutos a plena luz del día en la habitación que me has regalado para hablar de las frustraciones, de la doble moral, del poco esfuerzo, todo se vuelve más sencillo. Me vuelvo más sencilla. Elijo tomar el tren sólo para verte en pijama, llevarte un lonche de frijoles y ese libro que no necesitabas. Te cuento que de tus ocho pares de zapatos cinco son mis favoritos, te ríes, me río, y me dices: “eso no es favoritismo”.

-Está bien, descarto un par. Cuatro de nueve.

Elijo cuidar tu fiebre, besar tu frente. Renuncio a la noche de caricias interminables con Jazz en el fondo y a otros muchos cuerpos que no son el tuyo durmiendo en mi espalda.

Me ves como nunca lo habías hecho y callas
Sólo callas.
Eliges venir conmigo a este viaje, no vaya a ser que me extravíe en el camino o me resfríe con los vientos del Mediterráneo.

Me bajo en el Refugio, camino dos avenidas, estás ahí, nos recostamos, callados, música para llorar, la de siempre.

Dices que no quieres que te trate tan bien, -que no sea tan dulce, que te malcrío, te malacostumbro -porque qué harás el día que me marche.
Callo, nada de eso es cierto.


Te lastimé hace un par de días, te cobré las viejas facturas que guardaba en el cajón.


C.

martes, 27 de octubre de 2009

Sin ton ni Son.

. . . porque todo está rodeado de tu puto silencio.

Tiro los cajones al piso, si, todo el ruido de la ciudad en los zapatos que dejaste al filo del sillón.

Sostener.se. Ser lo que Se sostiene. Detenerme
Esta carne cruda que ves aquí es lo único que hay.
Si, a mí también me gusta sin azúcar.
… no había forma de no hacerlo. Quién sabe quién serás.



TEMA "Decisión"


Lunática

domingo, 25 de octubre de 2009

En todos los sentidos. (tema: la raza)

En todos los sentidos.


Habemos muchas razas pero una sola naturaleza…en todos los sentidos.

Soy caótica e intensa, como el agua de río que entra al mar.

Apaciguadora y materna, brisa silente de los cálidos temporales.

Soy el fuego de montaña y la melancolía de la luna llena, iracunda y pacificadora,

algunas veces soy la tristeza, la apatía, la soberbia y la mentira; la tierra en el agua,

otras más soy casual e indefinida, fluyo y me río de mi misma; el agua en la tierra,

soy el ciclo, torcida y salvaje como tierna y protectora,

liberadora y más grande limitante.

Habemos muchas razas pero una sola naturaleza…

En todos los sentidos.




RMO

domingo, 18 de octubre de 2009

SEQUÍA

SEQUÍA

Desde el Instituto Nacional de Meteorología informan de que estos meses pasados han sido de los más secos en los últimos treinta años. Un pantano cerca de León está al ocho por ciento de su capacidad.
Hace dos semanas caían lluvias torrenciales en la costa mediterránea. Los agricultores han estimado pérdidas millonarias en sus cultivos.

Cinco mil kilómetros de agua salada me separan de tus brazos.
Nunca entenderé el ciclo del agua.

"Elena"

viernes, 16 de octubre de 2009

< En Lluvia Dar >



Ayer me preguntaba una hermana que cómo estoy, yo respondí con el mismo -“Muy bien, adaptándome, la escuela complicada, pero todo bien”- sin saber que siempre (y en este caso vale mucho decir siempre), estoy así. -“Mi-propio-yo tiende a matarme y darme vida, y el dolor de cabeza es el que me acompaña”. También aplica el “amo vivir pero me cansa”.

No soy tan feliz como pensaba… ¿Porqué tengo que darme cuenta, desde niña, de lo implícito? Le tengo coraje a lo implícito porque me obliga a tomar control, y yo siempre he creido en la multiplicidad de líderes. Pero no TENGO que ser feliz, sólo me conviene. Y yo, que nunca he sido convenenciera, ¿o sí?

Es justo desde este lado de la forma, de mi forma, dónde no me puedo ver; ahora soy todo lo que Rebeca no es, al ser ella. Al decir mi nombre me distingo de todo, Rebeca es rebeca en tanto que no es cualquier otra cosa. Y al decir mi nombre se consideran dos lados, el de mi nombre y todo lo que mi nombre no es; ahora habito ese lado, el de lo que no soy. Esta inclusividad, esta presencia dispersa es la que me sube al vagón de la incertidumbre, hermana compañera, única clarividente de mis tiempos, cultivadora de intranquilidades… ese maldito < IN >. Inconcluso porque abarca lo que no es, como mi nombre.

-¿Desde dónde escribo y para quién?- (la primera es irrelevante y la segunda obvia; otra tendencia mía parecida a la lluvia sólo que en su caso la primera es obvia y la segunda irrelevante)

Deposito la cabeza en mis rodillas, la postura insatisfecha me obliga a cambiar de posición; Ensayo y error. No me basta el < Ensayo y Error > pero hasta ahora sólo he vivido en el < IN >. Abriré la puerta de los < DES > aunque es posible que pierda incluso mi nombre en la hazaña: despreocupada, descuidada, desordenada, destituida, descompuesta, descubierta…

Vivo entre el IN y el DES queriendo abarcar el otro lado, todo lo que no son.
< IN rebeca DES > (Dato curioso del Latín: IN=en [Rebeca] dar=DES)

No habito sólo entre el In y el Des en un estado estático (o simplemente valdría decir en un estado), La jugada es repetida, por eso la mantengo. Una secuencia de forma, o deforma; me mantengo viva porque en ocasiones creo que estoy antes y otras después, liberada
< Rebeca IN Des Rebeca >

Pero eso es sólo cuanto estoy del otro lado de la forma, por ahora la claustrofobia del entre me sofoca, y leo y escribo, leo y escribo aquello que no debiera. Quizás lo hago porque es justo el puente que me lleva al otro lado de la forma de mi nombre, desde el cual se mira completo en una efímera expresión de existencia:

REBECA

Si la lluvia pudiera hablar, me diría que me entiende, ella es en tanto que se la nombra entera, pero ni ella misma es capaz de verse; al describirse se convierte en un puñado de fragmentos. Lluvia solo cabe entre el IN y el DES pero al verla la nombramos desde fuera, desde abajo; Atrapados en ella. Luego, no la vemos mas, aunque exista en partes: roció, nube, agua, gota, aire, lágrima.

Te comprendo lluvia, soy igual, sólo que “yo veo que no me veo” y cuando me acaricias pretendo entenderte también.

Sé que existe algo en esta facultad mía para ver que no puedo ver, quizás es la peculiaridad de vivir, o quizás es un efecto retardado de mi conciencia y para entonces ya he quedado ciega-de-confianza

RMO

sábado, 26 de septiembre de 2009


Rutina de domingo

Tres cabelleras infantiles. Rizados y largos cabellos en distintos matices rojizos, de espaldas a mí y frente al árbol de los pensamientos… ¡no traje mi cámara!

La escena queda en mi mente, otro instante fugaz como el tiempo, mi tiempo, imagen capturada en mi memoria por un rato.

Me atreví a hablar, y pregunté en tono afirmativo si las tres eran sus hijas. Sonrieron asintiendo. No era difícil suponerlo, la también larga cabellera rizada de la madre, pero en tono castaño oscuro, se movía libremente con el aire de la mañana.

Al marcharse ocupé su lugar en la banca, toda la banca para mi sola porque es “mi banca”, es mía al menos una vez por semana y por espacio de unos minutos, ni siquiera la hora.

Pero es mi espacio dominical mientras lavan el carro. Es frente al árbol de los pensamientos donde mi mente divaga así, una vez por semana. Antes solía, en una rutina parecida a ésta, dedicar un tiempo al recuento de lo vivido y de cómo lo he hecho, pero en una iglesia y… eso era antes.

Cada domingo, frente a este árbol, me pregunto ¿Por qué no subirme? ¿Qué me detiene? Tengo ganas de treparme y permanecer un rato viendo todo desde arriba, observar desde otra perspectiva este paisaje cotidiano de mi vida.

De niña me encantaba subir a los árboles, no tenía dudas, lo más que pensaba era en cómo hacerlo, tener un árbol frente a mi se convertía en un reto que siempre aceptaba y de una manera o de otra −con más o menos raspones−, el sabor del triunfo era total mientras contemplaba el mundo, mi mundo, sentada sobre la rama más alta. No había dolor, sólo heridas que confirmaban mi feliz atrevimiento, mi convicción de que podía encontrar diferentes estrategias para alcanzar el objetivo.

Una gran emoción en el estómago y la incipiente e infantil probada de adrenalina permanecían en mi cuerpo hasta bajar nuevamente y “hacer tierra”. Y una vez más, a buscar otro árbol, ahora más alto o con más ramas, para imaginar diferentes formas de alcanzar las alturas, para tener otra visión, otra perspectiva del mismo paisaje. Para probarme a mí misma que sí podía lograrlo y que la diversión estaba en el intento.

¿A que le temo? ¿Por qué cada domingo, sentada frente a esta hermosura gigantesca de árbol, imagino el modo de subirme y no lo hago?... quizás temo confirmar que he perdido la práctica, o que mis huesos sean más frágiles ahora… ¿mis huesos?

¿Qué hace subiéndose al árbol como si fuera niña? ¿No le dará pena? ¿Qué quiere probar?... Imagino los comentarios ¿eso es lo que me detiene? No, son mis propias ideas las que me lo impiden. Soy yo la que pongo las barreras, la que establezco mis límites.

Mañana es domingo.
Mañana me sentaré en mi banca frente al árbol de los pensamientos.
Mañana lo intentaré.
Como dicen: “no hay mañana”.

Sara

lunes, 29 de junio de 2009

Tema de la semana: CUENTO CONJUNTO

Tijuana, México. 10 de Diciembre de 1977


Alberto miró hacia afuera. La luz azulada de una mañana lluviosa reinventaba el interior de su alcoba. Las sábanas estaban revueltas y el edredón de pluma, al borde de la cama, conservaba las sombras, vestigios de cigarro de la noche anterior. Pettit, un maltés pinto, sostenía relaciones sexuales prematrimoniales con la poltrona de Jacinta. La mirada de Alberto estaba en otro lugar, mucho más lejano, quizás alcanzaba a llegar a la fabrica de papel de aquel pueblo rústico dónde conoció a Jacinta. Justo afuera de la panadería del centenario.
Jacinta tenía quizás unos dieciséis años y una falda larga y roja que apretaba sus muslos y caderas fijándole un porte de tulipán; de las rodillas a los talones la falda se convertía en clavel. Don Alberto había visto mujeres flor pero nunca una mujer doblemente flor. Eso sin considerar que aun no alzaba la mirada. La blusa blanca parecía una mañana lluviosa y fresca, cómo la que Alberto miraba sin mirar, Jacinta fue la flor del almendro.
“Eso será”- susurro Alberto mientras la mirada volvía a la habitación. Acarició la mañana a través de la ventana con su mano izquierda, el calor de sus dedos opacaba el vidrio segundos antes de ser tocado.
Condensó toda su atención por segundos mientras contemplaba el fenómeno. Alberto acariciaba la mañana con el calor de su cuerpo. Entonces su cara se vio transgredida por montones de surcos y pliegues, y de su boca exhaló un lamento redentor, como si estuviese dando a luz al gran hubiera de su vida; y como toda madre, se sintió aliviado. La única diferencia es que este hijo no crecería, era más bien el feto retrógrado de su existencia. Con el feto en manos lo apretaba contra el pecho y lloraba esperando que su llanto pudiese ser la misma leche materna vivaz y cómplice del más animal amor.


Jacinta Marrieta Frías de Ordoñez (10 de Diciembre de 1920- 9 de Diciembre de 1977)
“La mujer que fue flor del Almendro”

Alberto pasó la mayor parte de la tarde sentado frente a una piedra grabada. Y en su viejo cuerpo la sangre apretaba con fuerza, fue una tarde de lectura. Leyó las hojas en blanco del diario de su mujer, aquellas que sólo están grabadas en la piel de los amantes sin que haya significante, sin que haya historia. Una línea enmarañada que contiene cada olor, cada sabor, cada pregunta y cada respuesta. Una línea de silencios y comunión.

Ángeles vestía de negro. Caminaba sin rumbo siguiendo el repiqueteo de sus tacones gastados y sosteniendo el sombrero con su mano derecha. Su mirada tenìa la intención de seducir el pavimento.
"Ángeles, la reuniòn es a las siete de la tarde, yo llevaré los canapés"- gritó Paz desde la esquina de la cuadra.
"Si, allí te veo"- respondió Ángeles sin mirar a su hermana.
Paz, con los puños en la cintura, dió una media vuelta y entró a su casa. Una vez adentro pensó en Angeles mientras recorría la casa. La lámpara de la abuela, las cortinas de su viaje de bodas, el librero del abuelo de Joel. El librero. Un libro de pasta dura salía entre los otros haciendo notar una reciente revisoón del mismo. Paz se acerco, lo tomo y abrio una página al azar. Decía asi:

Decidió arriesgarse del todo y bebió enteramente el contenido de la botellita. Pensó que el destino aprecia la monotonía puesto que la dicha o el infortunio del hombre a menudo cabe en una botella.



Paz cerró el libro y suspiró con una sonrisa que entretejía la lluvia del exterior y la tetera que avisaba un café conciliador. La reunión sería la noche nueva, el principio de las flores del pueblo.

***

Diario en blanco, es cierto, y es que Jacinta nunca se atrevió. Pero ella sabía que cuando ella muriera él se dedicaría a escribir sobre ella, sobre todo lo que calló, sobre lo que leía en sus ojos. Según ella, nadie la veía como él. Ella a veces no se encontraba y recurría a él para poder verse. También ella sabía que moriría primero y él se llenó de los nuncas de todo el mundo: nunca quiso escucharla, nunca quiso pensar en su ausencia. Negar el sí mismo sin ella. Pero todo, absolutamente todo fue inevitable.

Secuencia de imágenes frente a esa lápida: las más hermosas, las más tristes, de lo construido, de lo que dejaron para el después, ahora sin un después. Tijuana, la áspera Tijuana, todo le sabía a su Jacinta. Hasta cruzar la línea sin ella le venía mal. Ha vuelto a casa, se sienta en la sala y observa la pared, le parece más blanca que nunca, ella siempre la quiso así, para que su casa de cuarenta y seis metros cuadrados pareciera más grande. Ahora le parece inmensa. Habrá que llenarla con algo.

***

A L B E R T O, ahora mismo le cuesta reconocerse en ese nombre, ¿Quién es Alberto? , ¿Qué es de sí mismo además del viudo de Jacinta?

No quiere ir a esa reunión. Sentado en el sillón, se ha parado únicamente a darle cuerda al reloj que hace una semana se detuvo.

***

Susurro de gas; susurro de café. Ya está listo. Ella también: Paz sabe que, a partir de ahora, la felicidad de Alberto sólo depende de ella. Tantísimos años esperando este momento, tantísimos años silenciando un latido.

Mientras vierte el café en su taza de peltre azul piensa en los ojos de Jacinta, ojos de muerte, sin rencor, ojos que le confiaron -por fin- la tarea tantísimosaños anhelada

sólo una mujer sabe, piensa Paz. Sólo una mujer sabe

***

martes, 16 de junio de 2009

¡NO SE ACABA!

Durante las últimas semanas Econírico ha tenido algunas bajas en la presentación de textos cada día. Pedimos una disculpa a todos aquellos a los que les ha ocasionado un inconveniente. Sin, embargo no se acaba, al contrario, se prepara...
La siguiente semana, día 29 de Junio se reanudaran las publicaciones,
esperen, no desesperen...

Un saludo que abarque,
Econírico.

sábado, 6 de junio de 2009

Tema: La vida de un objeto inerte. "Aqui"

Por más que intente las notas que escucho no alcanzan mis dedos.
- es que no tengo ritmo-
-no parece-
-claro que si, ¿no escuchas?-
-no, yo te veo-

Un cristal falsa mirada.
Todos tus nombres, todos tus objetos.
Que trepás ( si, así) el mas alto de los muros y entonces saltas para caer en Plutón.
Y la posees, le coges como a aquella puta que le pagaste por hablar. A esta le pagas por amar.
Querías salvar la piel que enferma tus dedos.


Hoy tus dedos se han soltado, por fin estás,y el piano se convierte en tus labios.

Ahí, recostado, como un muerto. Hemos nacido hermano mío.


L*

jueves, 4 de junio de 2009

Tema de la semana: La vida de un objeto inerte "Tres pactos"

Hicimos viajes juntos sin movernos siquiera de nuestras habitaciones. No cocinamos juntos ni nos tumbamos frente al televisor a ver tus películas de seductora violencia. Y el capricho desde el sofá nos llevó ya a la suma de unos muchos días, casi tantos como años.


Decir adiós, ser amantes y viajar realmente juntos. Velitas encendidas, puertas semiabiertas, conversaciones que nunca tendrán final.


Desde un vitral se veían el par de amantes. Vitral que prometía lo más hermoso, los colores más rojos y verdes juntos: todos posibles sin chillar. Él hubiera preferido permanecer así toda una vida, ella cansada de contemplar, sin vergüenza y recato alguno, y con la fuerza de un soplo de dolor lo derrumbó -aunque ello implicara el romperse a sí misma- para ver sus colores, para tocarlo, para aún así reconocer que el olor a guardado que él posee es hermoso. Que no importa lo podrido que pueda ser, siempre lo amará.


*C

martes, 2 de junio de 2009

tema inerte de la semana "tic tac"

Tu cantar me acecha a lo largo del día.

Por la noche me quedé despierta,
Intentando escuchar tú canto,
Y descubrir si tu encanto tenía un final.

Seguías,
Ritmo incesante,
No dormías.

Logre conciliar el sueño,
En busca de huir,
De no escucharte más.

Y de pronto…

-Tic Tac Tic Tac-

Por inercia me levanto,
Me acelero.

Supongo que de eso se trataba.
Te observo,
Y te desconecto mientras recuerdo,
Lo maravilloso de mi sueño.

Daniela Caram

lunes, 1 de junio de 2009

Tema de la semana: La vida de un objeto inerte.

...


la botella
y el valiente
camarón
en
la dama
un corazón
que la estrella

el borracho
con un cazo
que arañó

el músico
a la luna
el catrin a
la sirena

la chalupa
y la chupada
al pájaro
del soldado dejará
ciento en mano
bandera volando

el tambor
el violoncello
la bota
y el nopal

el mundo a campanadas
la calavera y el alacrán
la rosa espina
al arpa cotorra
y el negrito canta ritos
para la maceta que queda sola
y la rana al pino de
donde nunca vino
lleva un coro navaja y filo
de luna y muerte

cuando
pasan dias de verano
y por pescados las garzas van
se oye el grito desesperado
de lo que no se pudo nombrar...

¡¡¡LOTERIA!!!


la vida de cada día
lo inerte de mi caudal
la vida de mi alegría
lo inerte del no nombrar...

Rebe

jueves, 28 de mayo de 2009

Tema de la semana: La risa

La risa en la que escupieron el llanto que nunca se atrevieron. Por eso reír hasta que duela. Reír para adentro hasta quedar infectado, hasta que hurgue en la médula. Que al terminar de reír te encuentres llorando.


*C

martes, 26 de mayo de 2009

Tema de la semana: la risa.




Elena.

Tema de la semana "risa" ; CARCAJADAS

me doblo,
respiro,
exhalo fuerte con sonidos pausados,
mis ojos lloran,
mi mente se suspende,
me muevo de adelante hacia atrás como si fuera un ritual.

Mi estómago se contrae,
con cada pausa,
busca volver a la normalidad.

Termina,
suspiro,
respiro.

Había olvidado todo eso que me aflige.
Todo eso que me roba el sueño por la noche,
que me golpea los pensamientos y los azota de un lado a otro.
Las batallas perdidas y el camino largo que debo seguir.

Y luego recuerdo...

que la vida me ha enseñado que nada es para siempre,
que el tiempo me ha demostrado su poder de sanación,
que el destino te da aprendizaje,
que los amigos perduran,
que el amor existe,
que todos caminamos por senderos distintos,
y entonces me río a carcajadas,
y olvido todo eso otra vez...

Daniela Caram

sábado, 23 de mayo de 2009

Paseos

Las patillas bien recortadas.
Tomabas su mano y la paseabas, tu perra en eterno celo.
Que la deseen.

Entonces se imaginaba como un cabrón la agarraba y se la llevaba atrás de un coche y ahí le se la cogía a gatas, con las tetas colgando, por las puras ganas.

El observaba a lo lejos – es Mi mujer-.

Ella voltea jadeando, sin poder ocultar el pinche goce de tener las rodillas llenas de piedras y sangrando.

No importa cuantos se la chinguen, esa es Mi mujer.



Lunática

jueves, 21 de mayo de 2009

Tema de la semana: Vanidad "El espejo se lo traga, parece que no vuelve"


Nada de tu propia vida puede llegar a ser tan insignificante como aquello junto a lo que te levantas cada mañana

.

Baricco, City.




Si te contara las cosas que por vanidad he hecho. Casi por capricho. Los ojos fieles que me he llevado entre las patas por esa mezcla de soberbia + vanidad + arrogancia. He succionado sus ganas, su amor, para hacerlos trocitos, construirme y después dejarlos. Los he usado. Mira que triste estoy y te busco. Nunca dices no.



Hotel barato de la ciudad de México. Recorren unos cinco en una semana. El último de ellos parece un albergue de refugiados. En la entrada venden quesadillas y huaraches. Ella carga en la espalda todos los JuGuEtItOs que él se ha comprado. Sentada en el retrete observa cómo las cucarachas caminan por el mosaico sucio del baño, es una lucha entre defecar y que éstas no suban por sus piernas amarillas. Treinta días que no se ha podido mirar en el espejo. Se niega al lavarse los dientes, al entrar en la ducha. Si acaso ve de reojo su cuerpo desnudo en el filo del espejo; pero para eso está él: se ve una y otra vez. Vive frente a él. Le preocupa su peinado, si sus cabellos castaños han crecido. Si en las vacaciones su abdomen ha acumulado grasa y ellas ya no lo verán tanto. Él ni se percata de la existencia de ella. Ese mes.



Él se fue. Todo se esfumó. Se siente la mujer más bella. Más bella que nunca. Un listón naranja en el cabello, el vestido más bonito. Ella ha vuelto.



*C

martes, 19 de mayo de 2009

Tema de la semana: vanidad "Par de Sapos Inflados"



Puedo sentir la vanidad en cierto modo presente entre tu y yo. Compartimos la vanidad y vamos peleando por tenerla en nuestras manos. Unos días duerme en tu cama. Otros, despierta junto a mi. A veces se apodera de tus palabras como lo hace de mis acciones. Invitada escurridiza que se interpone, algunas veces, y te infla como si le soplaras a un sapo por la boca.

Aún no sé la explicación...
No la estoy buscando...
Pero ... !te la regalo!

Daniela Caram



*foto por Elisabeth Castro
http://media.photobucket.com/image/ranas%20caricatura/elisabethimagenes/rana.jpg

Tema de la semana: Vanidad "La paloma"



Aquel día habíamos estado en la sala del departamento desde las cinco de la tarde. Si mal no recuerdo era un departamento pequeño pero vivíamos nueve. El sistema de rotación de camas nunca fue funcional (el que agandalla no batalla) pero al menos teníamos ambiente en la casa y psicotrópicos (suaves) para amenizar la jornada. Estábamos ubicados en Chancery St a dos cuadras del Albert Park. El Sapo, Chuntaro, Manio y yo bebíamos mientras los rayos del sol nos llegaban por la ventana como si fuera el aliento (casi vaho) del misterioso y apaciguante mar que poco a poco iba seduciendo a la noche. No nos movimos de allí hasta las diez y media cuando recibimos una llamada con la dirección de la “party”. La Gami era la amiga del club. Ella tenía un lugar especial entre los amigos, era la que sacaba la fiesta (debido a que conocía a casi todos los inmigrantes de la ciudad) y que de manera rutinaria actualizaba nuestras historias semanalmente. Siempre, en el momento menos esperado de la noche, ella se nos acercaba y preguntaba (para algunos de forma invasiva) acerca de nuestra vida “Y… cómo vas con el trabajo…y tu noviecita la de la otra vez… cuántos días dices que llevas sin reportarte con tus apacitos” Nunca le faltaba que preguntar y nunca se le escapaba el tema “crítico” de la pasajera vida que llevábamos. Aunque muchos podían pensar que la Gami se metía en o que no le importaba, a mi me gustaba que me preguntara, sobre todo porque eran quizás los únicos momentos en los que podía escuchar quien era y que hacía. Además era gracias a esos momentos (incómodos) que nosotros también nos enterábamos y de pasada “echábamos carrilla” al resto del grupo.

-“Me dijo que hay reunión en casa de “las pasitas”, ¿qué rush, les late?”- Al unísono respondimos que sí. Era sábado y ninguno tenía el capital necesario para salir a los bares o pubs del centro. “Las pasitas” eran un grupo de amigas que solían hacer reuniones cada tres días. Eran cinco mujeres viviendo en una casa modesta cerca de la costa, yo conocía bien a tres de ellas, las otras dos siempre se perdían a la mitad de la fiesta.
Llegamos a la reunión y antes de habernos sentado en la sala yo ya tenía el bong entre mis manos y daba el primer toque (¡tanque!) de la noche (porque los que me daba en el departamento nunca los contaba). Había mucha gente. Nunca he sido introvertido o tímido en fiestas pero ese día por alguna extraña razón no me sentía cómodo. No lo sé podría haber sido la presión atmosférica o la fuerza gravitatoria de la luna ejerciendo contra la marea terrenal (lo que haya sido me importa un comino), hay infinidad de explicaciones posibles e imposibles de porqué uno se siente extraño. El punto es que me sentía raro. Y de no haber sido por los empujones de virilidad que me daba la cerveza y alguna que otra sustancia, no me habría atrevido a acercarme a la tímida chica que me miraba desde la esquina derecha del comedor. Ella platicaba con otra amiga desde hacía rato y yo me limitaba a sobrevenir con la fiesta, cada cuantas bocanadas de cigarro fijaba de nuevo la vista en esa esquina, ella disimulaba la mirada al mismo tiempo como si persiguiera una mariposa con sus ojos. Me intrigó. De entre las sombras una luz roja, verde, azul y morada de la lámpara giratoria del techo me permitia pintar su rostro como si fuese la obra expresionista y abstracta de un psicótico (loco). Mientras más pensaba en ésta metáfora mas quería que la luz la golpeara por microsegundos y plagaba mi visión con un caleidoscopio de su espectro. En mis ojos su figura bailaba con luces de colores y, la sonrisa que me concedía segundos antes de que cazara mariposas, era ingenua y sutil como los rayos de aquella tarde. Me sentí instantáneamente arrebatado por el misterioso y apaciguante filtro de su sonrisa. Me decidí y caminé directo hacia ella, sin dejar de saciar mis ojos en su figura. Nunca habría de admirar con tanta entereza una sombra de olvido.
La encontré justo en la misma dirección en que la había visto, sólo había decidido caminar directo a ella y la encontré justo frente a mí y sonriendo. Las luces ya no golpeaban su rostro puesto que mi sombra ahora la protegía. En ese momento mis ojos se nublaron. La cabeza me dio vueltas y el corazón aceleradísimo me marcaba el compás a un solo tiempo (tactus). Cuando abrí mis ojos los labios suaves y abultados de la chica me rozaban la barbilla, la habitación en la que estaba no era la misma y el bullicio de la fiesta había desaparecido. En la oscuridad descubría una piel nueva llena de silencios y plagada de ilusiones. Pude percibir mi cuerpo acostado sobre la cama cuando los cambios de luz y sombra en la habitación confirmaban un baile entre la silueta erotizada y la noche tan joven; yo era la pista de baile. Fue un espectáculo sexual, la chica me acariciaba y retorcía, luego yo a ella. Fue la noche lenta y pasional, y escuche su voz entrecortada, luego rápida y cadenciosa al ritmo que exhalaba sílabas sin traducción o sentido. Finalmente la noche nos abrazó con el sueño; tierna, misteriosa y apaciguante como había yo recibido aquella tarde.
Dormí como nunca lo había logrado desde que (supongo yo) era un bebé. Hasta el día de hoy no he vuelto a dormir así. Ella se acurrucó de lado, como una paloma en la esquina del tejaban durante la tardes lluviosas de Julio en mi ciudad natal. Yo la abracé como siempre he abrazado esas tardes. Jamás había yo abrazado con tanta entrega a una paloma.
A la mañana siguiente me despertó el sol como un látigo de fuego que quemaba los párpados. Los primeros segundos después de abrir mis ojos, a duras penas y pude vislumbrar el cuerpo de mi paloma. Todo era un nubarrón. Parecía aquel despertar una forja de herrería, entre el repiquetear de los martillos en la sien y los fulgurantes rayos abarcando mi pupila no pude mas que me acentuarme en su cuerpo comprimiendo, en un abrazo, mi ansia y nausea contra su espalda alta y baja respectivamente. Ella no despertó pero su cuerpo se acomodó a mi desespero sutilmente al abrazar mi angustia con su mano izquierda. Minutos después de su amparo una exhalación situada en la boca de mi estómago enfocaba lentamente el amanecer. Lo contemplé sin poder mirar hacia otro lado, queriendo cincelar en la memoria los naranjas, rosas y rojos que hacían erupción tanto en la ventana como en mi pecho.
Fue justo después de ese instante que la miré; justo ahí dejé de mirarme también. Miré a la mujer que abrazaba y el repiqueteo volvió con un abismo de incertidumbre, dudé incluso de su condición de mujer. Era fea; tan fea como mi soberbia. Con descuido y desasosiego mi mano descendió por su cuerpo buscando su sexo. Era una mujer. Pero no pude ver más el lienzo y el artista, el baile nocturno, mi paloma.

Aun hoy recuerdo íntimamente cómo mi cuerpo se convertía en nicho aquella noche.
La vanidad se en posó mi ventana, me filtró el reflejo y se robó a mi paloma.
Esa tarde el Sapo, Chuntaro y Manio me dijeron que todos le decían la Ramón (de tan fea). Nunca supe su nombre.

Rebe Morfin

sábado, 16 de mayo de 2009

L a

Un cactus. La roca, mineral puro.
Está en la cocina, las zanahorias cayeron sono un segundo antes que ella.
Él saltó mas allá de los ocho pisos - así seguro-.
Ella perforó su piel, no quería partir,quería estar, más que nunca, con la sangre, con la carne viva. No comprenden, no pueden, no quería fuga, presencia era justo lo que buscaba. Encontró.

Si pudiera dibujarla sería eso justo, la carne abierta, viva, tan roja que brilla.
La posibilidad que ronda los pasos, tomar el aire que se necesite ¿Se toma en realidad?

Éxtasis. Un éxtasis tal ,la magnífica idea de que en ese instante -y es solo uno- todo, todo puede parar.
Para unos parará.En otros apenas comienza.

De que no la quiero para los míos, de que aún no me arrebato el jodido egoísmo, de que los quiero coleando, de que los quiero llorando.¿Para mi? Claro.

No. Lo que hice líneas atrás fue mentir.

Lo quiero para los cómplices, que bien, no son míos.
Aquí te nombramos ya sin miedo, te nombramos en oda al punto, el punto final, el más violento de todos. Violencia.
-de lo sublime-.

Y es tan paradójico esto que se dice estar, que cuando más lo estamos es justo en el borde donde te rozamos, te seducimos, te provocamos, para que nos tomes entre tus brazos, nos hagas el amor con olores de despedida. No, solo te mostramos el hombro, queremos verte deseosa de tomarnos, nosotros deseosos de negarte, de afirmarte, de llamarte, de callar.

Exhalar a tu lado, tomar el café en tu regazo, mi seductora y apaciguadora compañera.





Lunática

jueves, 14 de mayo de 2009

Tema de la semana: Muerte "Todas mis muertes"


  • Todos vestían de negro

Mamá: ¿Porque yo vestía de azul con blanco y mi moño de papel arrugado en la cabeza?, en mi siempre cola de caballo que siempre, siempre odié.

Estallé en llanto sin comprender porqué me dolía tanto el pecho cuando dijo aquel hombre -que también lloraba, (después sabría que el sacerdote era el mejor amigo de ella) -“despídanse de ella porque será la última vez que la vean”. Él se rompió. Ahí todo se jodió, ¿Cómo lo entiende un niño? ¿Cómo te lo metes en la cabeza?, que será la última vez de ver a alguien. Si nadie te avisó, no hubo tiempo para prepararte, ¿Uno realmente se prepara para eso? no hubo tiempo para últimas palabras ni para los últimos mimos y mentitas y pasas con chocolate. Así era como ella me quería.

Por eso mismo no fui a verlo cuando él falleció. No quise decirle adiós en ese pasillo, ni ver que de repente el que me abrazaba y me pedía historias policíacas se quedaba en una cajita. ¿Una cajita? Así negué que ESO sucedía. Me quedé en casa haciendo la tarea de química, para que no hubiera una última vez con él. No con mi abuelo, no quien había dicho que yo era la niña más bonita que había visto.

La última vez de algo en tu vida cuando sólo tienes doce.
Cuando sólo tienes veintiséis años.
Cuando según tú apenas empiezas la vida y siempre has pensado que vivirás hasta los cien. Y es una tremenda broma. Es una tremenda mentira. La vida es una cabrona.



  • Mi madre se despertó muy triste

Leyó en el periódico que él había muerto. Ese que la buscaba, ese que le decía señora bonita, ese que no pudo despedirse porque ella un día desapareció. No hay reversa. Entiendo su tristeza y ese amor por ese que no es mi padre. Mi padre no entiende por qué ella llora en el coche, si sólo escuchan la radio de siempre.



Y también niego que él alguna vez se marchará.


El amor más grande. El hombre que más me ha querido.



*C