viernes, 11 de diciembre de 2009

Todos se han marchado

Y algunos nos hemos quedado en la sala a esperar su llegada. Porque siempre, he estado segura, todos volverán y entrarán por esa puerta. Contarán historias, de cuántas veces se enamoraron en el camino, y se escucharán como adolescentes, -que es la primera vez que les sucede así- les brillarán los ojos y nos beberemos unas cervezas; contarán que se extraviaron, de robos, que no tenían ni un euro para volver a casa. Que tuvieron que cantar en la estación de Atocha, no importaba el qué ni el como: había que volver a casa, las ganas ya quemaban.



Algunos se han ido sólo a un par de horas de distancia de aquí pero se ha sentido como meses de lejanía. Para otros el viaje ha estado en la propia ciudad, no nos hemos encontrado, las rutinas, los amores, el desencanto, todo, todo de repente ha tragado. Hemos echado raíces. Nunca nos lo propusimos, sucedió así, como el enamoramiento, como el incomprensible amor que le tienes a tu hermano. Que vengan mañanas de domingo, de café en las madrugadas, risas y el sinsentido.



Porque la cercanía produce ceguera. Porque hay muchas búsquedas, reunámonos para contarnos la vida. Bienvenidos, cada uno a casa. No lleguen tarde. Es necesario vernos a la cara y decirnos, a pesar de todo eso, seguimos vivos.

C.

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