lunes, 30 de noviembre de 2009

"Nota de diario" -Silencio-


Una tarde de Mayo.

Tengo 56 años. Vivo cerca de una ciudad, entre una pequeña loma a las afueras, casi llegando al mar. Mi esposo trabaja por su cuenta, en casa o a veces renta un cuarto en las cabañas del cerro del tequila. Es músico y una vez al mes toca en el bar de la esquina del centro. Yo escribo como siempre, no por oficio ni confesión, ni por alivio… o bueno eso según la ocasión… En fin, tengo una hija de 20 años y ….

Bueno para que tanto cuento, sí, justo abrí mi diario para contar una cosa verdaderamente importante que me sucedió en la vida. Resulta que me morí, pero hasta ahora no había podido tener la fuerza siquiera para escribir de eso. Pero bueno todos tenemos nuestros momentos y permisos de duelo, la verdad es que a mi me pesó bastante. Pero en fin…

Resulta que la mañana del 27 de Mayo de 2053 desperté con una sensación rara. No era una sensación como la de despertar sin saber dónde se esta; sin reconocer algunas partes del pasado como pasado. No, fue una sensación de plenitud. Desperté sintiendo la absoluta plenitud, esa que el simple hecho de haberla vivido, aunque fuese impermanente incluso en el acto mismo de vivirla; aunque supiese que eso no sería eterno: el mismo acto de plenitud total, convencía al ser humano en capaz de seguir viviendo. El deseo de vivir absoluto, fundado en aquel instante en el que hubo sentido; el recuerdo de dicho instante traía la misma alegría necesaria para seguir deseando la vida… por siempre.

Así desperté y la mañana se veía igual. Era un juego de colores. La luz que entraba de entre mis cortinas tintas y transparentes, iluminaba la habitación cálidamente, como estar dentro de las brazas de un fogón; pero uno pacífico, no violento como el fogón del fuego. Un fogón de celofán.
Bajé las escaleras de mi casa, me serví un café y llame a una amiga mía. Eran las 9:40 de la mañana. Platicamos cerca de cuarentaycinco minutos; de la vida, de mis planes de dejar de fumar para mi cumpleaños número sesenta. De que ella acababa de empezar clases de danza electrogrunge, un estilo peculiar de los nuevos guettos de puerto rico, una combinación entre la electrosalsa, reggeatón casero y el naufragio de un grupo de orquesta de Tailandia que se declararon ocupas y se instalaron en la isla caracol; vivían del espectáculo de performance en vivo cada sábado. Muy famosos y admirados especialmente por los locales.

Bueno en fin, (me he vuelto a perder).

El caso es que hablé con mi amiga, desayuné un par de panes con mermelada de naranja agria y queso, y unos espárragos con jocoque para asentar la comida. Descansé la cabeza sobre la mesa mirando hacia el jardín. Admiré, como se admira cuando se tiene el tiempo de detenerse. Como la mañana de mi jardín; ante mis ojos. La observé un montón de minutos, diminutos y gigantes, uno a uno los minutos pasaron y yo, sostuve la mirada en la palma, el limón, las gardenias y los helechos de las esquinas. La enredadera se dibujaba sedienta y seductora por la pared, abrazando los espacios en una naturaleza viva. Todo sucedió con la sensación de quien fija la mirada unos segundos y al parpadear despierta de un estado hipnótico en vigilia. Pero habían pasado ya un montón de minutos.

Subí a mi recamara y escogí el vestido del día. Sin saber que era verdaderamente “el día”; sin esa noción de certeza de la que hablan las historias de suspenso baratas. Sólo sentí que escogía el vestido del día, de una forma cuidadosa, atenta, gloriosa, deleitante por ser la vestimenta del día; la máscara del instante.
Tome un baño, limpié cada parte de mi cuerpo, con ternura. Cante en el baño y me miré los pies un buen rato. Al salir me que dé sentada unos minutos en la tasa. Mojada y mojando la cerámica del retrete, observando mis pies, mis rodillas humedecidas y la toalla blanca con que me cubría. Sintiendo la caricia del vapor del baño. Escuchando mi respiración.

Me alisté cautiva. Coordinando cada arete, cada accesorio con la mirada de mi
cuerpo. Manteniendo la transparencia del alma incluso en la combinación de mi existencia, mi instante final, yo.

Salí de casa acompañada de mi hija y mi marido. Llegamos a la recepción de un restaurant de la costa, había una reunión de amigos y familiares debido a los casi 60 años de un amigo de antaño. Los vi a todos, yo era la encargada de la lista de invitados. Crucé muchas miradas y sonrisas; los abrazos fueron auténticos, no importó de quien vinieran, eran abrazos.

Más allá de todo, recuerdo el baile con él, mi último baile. No fue una balada como lo hubiera soñado una quinceañera (que risa pero es verdad, esa fue mi quinceañera hablando). En fin, fue una canción gringa onda rock clásico; y las miradas. La risa, mejor aun, la carcajada que tuve a su lado. Sus manos eran manos vivas, cálidas y decisivas, las mejores manos. Así las viví, esa tarde como las mejores manos. Todo el. Un par de casi ancianos, soñando aun con la libertad, con el amor, con la alegría, la seducción preguntándose aun por la verdad, todo en un mismo baile.

El y yo volvimos temprano a casa, alrededor de las 9 de la noche. Nos pusimos las pijamas, cenamos un plato de cereal y preparamos un cigarrillo para festejar. Sobre el mueble de la ventana observamos la noche y sus millones de estrellas. Estrellas como minutos, millones de minutos, diminutos y gigantes, que contemplamos entre un abrazo y un suspiro. Al volver del parpadeo a la naturaleza viva de la noche, me di cuenta que mi vida se había terminado. Como se terminan los libros, de un lado al otro. Como se construye el silencio. El total mutismo de la existencia. Así me di cuenta de que mi vida había terminado; de un instante a otro.

RMO

…ni el silencio cabe donde la muerte llega, es ese lugar en donde uno comulga verdaderamente con el universo, es el origen del origen…

jueves, 26 de noviembre de 2009

CAFÉ METAMORFOSIS

Tenía que tomármelo para darme cuenta de su poder enigmático.
8:00 a.m. Me bañé, me vestí, subí al auto y me fui al trabajo. Llegué luego a la oficina, encendí el monitor de la computadora y con el abrigo todavía puesto me dirigí adormilado y falto de ánimo hacia la cocineta donde hervía la cafetera.
7:00 a.m. Benito el conserje abrió la puerta de la oficina, encendió la luz del comedor y conectó entonces la cafetera. Barrió la calle, sacó la basura, regresó al comedor y se sirvió una taza de café hirviendo.
8:15 a.m. Tengo cuarenta y seis correos por leer, cuarenta de ellos tienen el icono de importancia alta, me doy cuenta entonces que los seis que no lo tienen son los verdaderamente importantes. Leo y doy un sorbo a mi taza, suspiro con desgano y doy otro sorbo, sigo leyendo y contesto el teléfono, es un cliente molesto. Doy otro sorbo verdaderamente urgente y desesperado, mi taza de café está vacía, ¡Esto si es importante!
8:15 a.m. Benito conserva su taza de café medio vacía, medio caliente. Se fuma un cigarro y da un trago para quitar el mal sabor. Sus dientes están ahora más amarillos.
08:30 a.m. Me dirijo al comedor para servirme otra taza de café. “¿Usted toma más de dos tazas al día?” -Me preguntó alguna vez el médico- “No” –le contesté- “No hay de que preocuparse entonces, está usted dentro de los límites de lo normal” –Me respondió.
Ya no hay suficiente agua en la cafetera. Esto también está dentro de los límites de lo normal. Hecho un vistazo a los escritorios de mis compañeros, de todos ellos surge una tenue fumarola que desprende un aroma a café sin azúcar. Regreso a mi lugar, esperaré a que alguien se termine su taza para que se vea en la necesidad de poner a hervir más agua. Nadie lo hizo, ni siquiera Benito.
7:30 p.m. “¿Y para usted?”, “Para mí un café cortado sin azúcar, pero le pido me traiga la leche y el café molido por separado”, “Veré si me lo permiten señor, ¿Y usted señorita, va a ordenar algo?”, “Una coca cola por favor. Me trae por separado el vaso y los hielos” Su mirada es sarcástica.
7:45 p.m. “Mira Susana, así es como se prepara un verdadero café cortado. Debes batir el café molido con un poco de leche hasta que éste se vuelva blanco y líquido. Es cosa de tener tacto y paciencia”, “Para un café y una coca cola mejor nos hubiéramos quedado en casa resguardándonos del frío”, “No Susana, en mi casa se terminó el café. A decir verdad hace un par de meses que no compro, como siempre hay en la oficina…Pero éste café es distinto… ¡Me supo a gloria!”
07:45 p.m. “Toña, ¿Ya está el agua p’al café?” “Ya Benito, lo puse antes de que llegaras” “Volvistes a comprar pan”, “Benito pero es que no había conchas y como a ti te gusta tanto remojarlas en el café”, “¡Está pero bien sabroso! Este café es de otro ¿verdad? Está de muy buen sabor”
Benito tenía que tomarlo para darse cuenta de su poder metamórfico.

Mili

La historia del café y la tasa.

Es la historia de un negro caliente que penetra la blancura de porcelana con su aroma y sus líquidos calientes y todas las paredes blancas y frágiles se estremecen con su calor. Todo queda invadido por el sabor del líquido negro y caliente que todo lo calienta.

Elisa.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

CLARA Y EL NEGRO CALIENTE.

Clara se preparó el último café del día.

Mientras esperaba que el fuego hiciera subir las aguas de la antigua cafetera italiana para un expreso individual, fumó tres largas y profundas bocanadas de su cigarro de marihuana sentada en el resquicio de la puerta mirando el humo azul rey reagruparse para después dejarse ir cada uno de los azules por su lado volviéndose blancos hasta desaparecer en el aire para siempre. Detrás, las hojas del dollar azul casi gris, se mueven con el aire. Parece que bailan en una coreografía caótica perfecta al ritmo del melódico viento.
Clara se sorprendió, con la quijada relajada y la boca abierta con una expresión boba, como mirando la danza de esas hojas... tan perfecta, cuando el sonido del café hirviendo la sacó de su ensoñación para regresarla al instante en la cocina. Apaga el fuego, se quema un poco al tomar el asa caliente de la cafetera, toma un trapo de cocina y una tasa: su tasa blanca que acaba de lavar minutos antes haciendo equilibrio por no tirar ningún otro plato colocado con maestría en equilibro improbable en el secador de trastes. Con el trapo toma el asa y vierte el contenido en la tasa blanca que recibe gustosa al negro caliente y el vapor que se levanta de esa unión del banco y el negro en ardiente atrevimiento… Clara disfrutaba tanto de ese aroma que se le metía toda por la nariz y hasta los ojos, la boca se llenaban del aroma del café recién hecho tan negro y espeso que el blanco de la tasa se perdía por completo en su presencia. Clara tomó la tasa entre sus dos manos calentándolas, siempre con las manos frías, acercó la tasa a su rostro y aspiró una bocanada de ese líquido espeso y delicioso.

El día de Día de Clara se contaba en cigarros de marihuana y Cafeteras de express.
Y por último pero no menos importante por cuartillas escritas de palabras que aún no sabía si podrían ir unidas en un solo texto o era una colección de retazos de probables novelas o cuentos o ensayos que no cabían en un ninguna de las categorías pues eran solamente un flujo mental que le era imperativo salir y ser concedido, la tinta y el papel para ser releídos.

De alguna manera sabía que había llegado el momento de sentarse y tomar el dictado. Era momento de sentarse y escribir lo que le hacían llegar a sus recovecos mentales, de dónde venían estás palabras, qué querían decir y con quién querían hablar aún no lo sabía pero tenía que dejarlas salir y existir en alguna parte antes de hacer una explosión en su cabeza.

Clara se sentó frente al monitor puso gracilmente sus manos en ese tablero que conocía de memoria y se estuvo quieta hasta escuchar el dictado.

Clara tomo un sorbo de su café que aún estaba caliente lo dejó en su boca para sentir que el negro delicioso y caliente la acompaña.

Un negro delicioso y caliente.

¿Qué pensamientos le atravesaban ésta mañana la cabeza a Clara?. El negro delicioso y caliente que me como cada mañana. Mmmm

Eso un negro delicioso y caliente es lo que me gusta desayunar.. jaja… se imaginaba esa frase dicha en descontexto y una risa boba le invadía el espacio vital.

Tenía la mirada clavada en la ventana: afuera sus árboles se movían graciles bailando, pareciera con la música sonando en casa de clara. La Sinfoniía 5-3 de beethoven. Pero en realidad bailaban con la música del viento que las hacía danzar inequívocas graciles y dóciles en el espacio, acariciadas por las notas transparentes e incoloras e insonoras de ese viento que las hacía a su vez cantar susurros de felicidades. Pero beethoven seguía sonando y a eso sonaba ese viento, ese momento y con beethoven bailaban esas hojas y flores hermosas ante los ojos de Clara que tenía la suerte de estar ahí mismo en ese instante para disfrutar de tan hermosa coreografía perfecta y eterna

Otro trago del café ya tibio. El sabor que queda en la boca es más amargo que antes. El negro caliente se volvió amargo pero aún así es delicioso.

Elisa.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Café: macciatino


CONFIANZA

Elena.

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El deseo del colibrí

Tarde. Exterior. Patio con plantas y algunas flores; un colibrí que se pasea. Un café expreso doble cortado y un americano sin azúcar evaporándose sobre la mesa.

-Me da miedo, el simple hecho de pensar que algún día me puedas dejar de amar.

-Pues no lo pienses.

- Pero es que a veces no está en mí, creo que estoy loco, no debería pensarlo porque nos contamina, pero me llega sin darme cuenta, me tensa. ¿Me entiendes? No es que yo quiera complicar las cosas, pero hay ocasiones en las que siento que incluso lo que dices me lastimará por adelantado… ¡Ah! Estoy loco, discúlpame.

- No me pidas perdón. No sirve de nada. Sólo hazme entender. No lo logro. ¿Qué te hace falta? Habla antes que pensar, es más fácil.

- No sé, a veces hablas de tu pasado con tanto amor que pareciera que aun lo sientes. Si nos enfadamos por alguna cosa, tiendo a sentir que es porque extrañas aquello de lo que hablas con tanto amor. A él, ¿Sabes? Pero a la vez sé y estoy seguro que no. ¡Es en realidad que estoy loco, loco, loco! (se golpea la cabeza varias veces con la mano, desaprobando su mas elocuente afirmación)

-No te pegues por favor (con ternura y cuidado le baja la mano de la frente)
Limpia las lágrimas y responde:

- Pero si es que lo amo aún. Siempre lo amaré. En eso no te has equivocado. Pero cómo explicarte que ya no está. Si yo muriera en este momento, ¿Seguirías amándome por siempre?

- Si.

- Pues así fue. El murió, quizás simbólicamente, pero si murió. Incluso fue de un día para otro. Cuando lo veo, en cuerpo, que habla o se dirige a mi, solo siento que fuera un fantasma, que de verdad me da gusto ver, que me acerca por momentos a aquel otro que amé y que me enseñó tanto. No sucede más. Pero en verdad todos los días de mi vida existe una honda exhalación en la que agradezco y nada más. Le agradezco porque con el fui y por eso que fui soy, y mira aquí estoy contigo en el café. Nunca tomé café con él. Yo amo el café. Estamos tomando café.

- No se. Creo que es un problema mío, por mi incapacidad de creer que alguien me pueda amar. Siento que sólo hace falta una decepción para que me dejen. No quiero sentirme así. No es todo el tiempo. No quiero que esto nos afecte.
(el colibrí se acerca al café, se queda estático en el aire en medio de las dos tazas, a unos centímetros de ellos; ellos solo pueden verlo flotar. Desaparece)

-Cuando era niño, vine de viaje con mis padres a la ciudad. Estábamos en el mismo cuarto de hotel y yo dormía en una cama, ellos en otra. Desperté de repente, tenía tanto miedo. Tanto miedo. Pensé que mis padres se habían ido y me habían dejado allí. Cuando los vi pensé que eran unos robots. Pensé que habían dejado unos robots allí para que ellos se pudieran ir. Tuve que despertarlos para calmarme. (Sus ojos se llenan de densas lágrimas y después saltan por sus mejillas, sin sonido, sólo las lágrimas)

- Me duele escucharte. Porque te amo. Pero no puedo hacer más que eso. Eso es lo más que existe. Me lastima porque descubro que mi manera de expresarme y ser, de entregarme libre, sin ataduras y sin recubrimientos; sin disfrazarme, es una manera de ser que te lastima. Pero a mi me duele todavía más que el hecho de lastimarte; el hecho de mi verdad agrietada. Me duele descubrir que amar y ser amado, sin un mínimo manto de textura o disfraz, tal cual somos, lo que pensemos, sintamos y soñemos puede lastimar. Que yo pensaba que algún día podría construirme con alguien, tal cual soy, sin lastimar. Que se ame sólo por la capacidad del otro de amar, sentir, pensar y soñar… nada más.

- Justo eso era lo que no quería. No quiero plagarte de inseguridades. Yo quiero que seas libre. Te amo libre. Mírame, te quiero libre, tan libre como puedas. No siempre siento esto es sólo a veces, y hoy pasó, pero no te entristezcas por favor, lo resolveré, ya verás.

- Esto que está pasando es serio. El colibrí se fue. Voy a tejer. Estemos en silencio querido. Cuando el diálogo se agota es porque nos hace falta un monólogo. Te invito.

Silencio

Mujer que teje, escucha desde el interior de su cuerpo como si tuviese los ojos cerrados (pero en realidad están muy abiertos y fijos en las agujas del tejido)

Yo genero mi propia dinámica de miedo, ahora tengo miedo porque creo que quizás él será, el único hombre que me pueda llegar tan cerca, tan a la medida, tan exacto, pero no perfecto. Que es tan casi milimétricamente accesible a lo que he buscado y sin embargo lo lastimo con mi franqueza. Y que si mi deseo de libertad no se satisface en su totalidad estando a su lado, es quizá porque tengo la ilusión (casi falsedad, casi utopía) de creer que es posible vivir la libertad con alguien; pero en realidad las cosas quizás no funcionan así.

Entonces es una decisión en torno a utopías, a falsedades; donde una data de la decisión de construirme con alguien en la imperfección de la libertad y, la otra, está en construirme libre en la imperfección de la soledad (contigo no tan libre ó libre y sola)

Donde está la verdad poco importa, es más una dicotomía de incertidumbre, es descubrir que entre cada espacio átomico de las cosas yace un pedazo de incertidumbre, es quizás observarla en su total esplendor. La incertidumbre nos acontece en cada segundo, en cada acto de ver las cosas, de escuchar lo que escuchamos, de sentir lo que sentimos… simple y sencillamente porque soy mas pequeña de lo que me he atrevido pensar.

La misma naturaleza de mi alrededor me refleja que la incertidumbre es la misma llama que la enciende y la apaga, es el espejo que refleja el silencio oculto de lo que es admirable, lo innombrable…

Si te digo que te amo, también estoy plasmando una partícula de incertidumbre; en los silencios entre las palabras, entre las letras, en la misma formación de las letras como símbolos. Así, la “A” también podría ser “A” ó “A” ó “a”...sucesivamente. Así en cada acto de certeza que yo pueda plasmarle a la naturaleza, también acaricia la incertidumbre posada en cada espacio libre de mis significados.

Si te digo que te amo, no depende de mí, depende en de lo que tú escuches de mí. Así pues, existo en la medida en la que me dejes existir en ti, mas allá no puedo llegar; NO QUIERO LLEGAR; porque es una trampa. Es a fin de cuentas creer que soy capaz de soltarme absolutamente de esta soledad para estar contigo; y así solo estaría habitando tú soledad.

Y, si te digo que te amo; no puede significar otra cosa más que de entre la incertidumbre de amar, yo sé inciertamente que te amo, y soy capaz de formular una verdad siempre latente. Estoy construyendo mi deseo. Puedo construir mi deseo, aun plagada de desatinos, puedo saber que no sé cómo, ni cuándo pero empecé a soñar.

Es como tejer, casi automático; el ejercicio del deseo. Es como zurcir el suéter que a unas veces quedará a la medida y otras más, terriblemente grande o terriblemente pequeño. Me atrevo a mirar mis manos, seguir la pauta de mis dedos al tejer y detenerme antes de hacer el punto; me permito el deleite de tejer mi propia ropa creyendo que eso es suficiente. En el momento lo es, en el instante pareciera que tiene sentido y que llegará a un fin, el fin de ser un punto perfecto. Pero cuando veo el suéter terminado, sólo busco los puntos inconscientes; aquellos que se lograron desvanecer de entre mi constante escrutinio de consciencia. Busco fascinada por dónde pude yo haber equivocado mi deseo, un hilo que me lleve a querer tejer otro suéter.

La verdad es que aquellos que tejo perfectos y sin puntos deformados, son aquellos que regalo al instante. Porque esos ya no me sirven. Al final amo mi capacidad de descubrirme incierta. Mi ética será quizás la mas inconsciente y retorcida; y me parece fascinante.

Y si digo te amo; quizás sólo es porque ahora terminé de tejer un suéter y está plasmado de puntos inconscientes y apretados.

Se rompe el silencio.

-Querido, ¿Te he dicho que te amo? Si, lo he dicho lo sé. Pero te amo.

RMO

domingo, 22 de noviembre de 2009

Quince para las seis.

Este montón de cosas que te he dicho. Todas las esquinas que borraste.

He encontrado música nueva, esa que no me has enseñado tú, esa que no tiene más que ruidos del país que conocimos entre sueños, el hotel desvencijado que nos guardo húmedos y sigilosos. Porque ahí fuiste un valiente.
Pongo el primero, aún no sé cuantos faltan por borrarte. He bebido hasta colorear la dentadura.
He bebido hasta perder la femineidad. Lo más delicioso y mis hijos no se podrán alimentar.

Y con la arena caliente entre los ojos sé que no hay más por decir. Sé que las palabras son nada, no llegan, no tocan, no pesan.

Este tiempo de veinticuatro por cada siete que me he tragado en la terraza, con los dedos apretando el no tabaco que dejó la costumbre. Con la mirada en la no mirada que dejó la nostalgia.
Hoy que eres un recuerdo, hoy que eres eso que fuiste es cuando más cerca me (te) siento.

El sillón más verde de toda la ciudad, me siento y soy una hormiga en la gran ciudad. Ahora que puedo estirar las piernas, ahora que mi bolso se desparrama en tu ausencia.

-¿Qué vas a querer?-
-Para mí un doble cortado por favor-
-¿Es todo?-
-Su doble que es triple. Por favor-



Lunática

Tiempo libre

-“Madre porque mi reloj no marca la hora”-Preguntaba Joaquín durante el desayuno.

-“Porque le hace falta batería”- Le respondió su madre mientras le servía un par de huevos cocidos y chocolate caliente.

Joaquín miró curioso a su madre -“¿Y qué pasa con el tiempo no marcado?”- Pregunto como si fuese un gran acontecimiento el fallo de su aparato.

La madre siguiendo un poco con las sugerencias que el hijo le hacía en el mismo hecho de preguntar, respondió - “Es un tiempo no vivido hijo” y permaneció atenta a la reacción del pequeño, un tanto divertida por el atrevimiento de su respuesta.

Joaquín abrió la boca y levanto las cejas sin poder evitar la sorpresa que agitaba cada parte de su cuerpo -“¿Y si pararan todos los relojes del mundo?”- preguntó aun mas exaltado y deseoso de devorar lo que viniese en respuesta.

La madre permaneció callada unos segundos, no sabía responderle desde el idealismo y en un acto retorico devolvió la pregunta por miedo a desvanecer la sorpresa y curiosidad que despertaba en su hijo-“¿Pues no se Joaquín, tu que crees que suceda?”

El hijo se incorpora en la silla, toma un trago de chocolate caliente y mira alrededor mientras su rostro se complica, tuerce los cachetes y las cejas a modo de pregunta y después de unos segundos arroja su respuesta-“madre, es O-BVI-O. Primero nos daría miedo, porque ya no viviríamos, pero después seríamos libres ”

-“¿Libres?”- pregunta la madre desconcertada

“Si, libres mamá”- contesta con un gesto mas cercano al enfado que a la sorpresa y la mira fijamente a los ojos.

Ella lo miró con una ternura fugaz y empezaba a sentir un ligero dolor en el pecho. Esa palabra la torturaba porque nunca había entendido su complejidad, era demasiado abstracta, demasiado para ella. Ahora, el hijo no hablaba de otra cosa y ella ya no sabía como evitar la charla de la libertad. Sólo se preguntaba por la curiosidad de su hijo en torno a la palabra. El día anterior había recogido a una lombriz libre de la tierra, armó la pista de la libertad para sus cochecitos, y justo le había pedido que le preparase un par de libres huevos para desayunar y ahora volvía de nuevo el tema. Lo miró y le pregunto directamente -“¿Crees que no eres libre hijo?”-

“No mama, porque ahora yo sólo tengo un reloj que no sirve”- y baja la mirada acongojado y añade:
“Un niño con un reloj que no sirve no convence a nadie de todo el tiempo libre que lleva dentro….Y yo tengo tanto que podría hacer que todo el mundo fuera libre”

La madre se sentó al lado de su hijo, permaneció en silencio y mirando fijamente al pequeño. Se esmeró por direccionar la mirada, la energía que emanaba de la mirada, todo hacia su pequeño. Sintió que lo veía por dentro, su visión se comenzó a tornar cada vez más borrosa y nítida; una paradoja. Entonces vio las entrañas de su propio hijo, no había más que carne, y en realidad intentaba ver el tiempo, el libre tiempo, él libre. Pero no lo vio, solo los órganos funcionando perfectamente, pero no el tiempo libre.

“hijo mío, perdóname pero no puedo verlo” y agacho su mirada en desaprobación y un tanto dolida por su propia incapacidad de ver.

El hijo se quedó callado, después de unos segundo miró hacia su cuerpo y le dijo; “ay mamá, es que no sabes como es el tiempo libre verdad?”- y la miro con una sonrisa, comenzó a explicar, “Mira mis dedos del pie, se mueven así ¬ ; mi estomago se mueve mas lento y sin silencios así < grrrruaaaaagrrraaa >; y mis manos se mueven asi ”- y movía sus manos como abanicos.

Entonces Joaquín con la sonrisa en el rostro miró a su madre y le dijo “ Ves mamá, cada cosa va a su tiempo, por eso es libre… pero nunca nadie se da cuenta de eso, yo por eso sé que estoy lleno de tiempo libre.”

Rebe

miércoles, 18 de noviembre de 2009

En libertad

,y es que eso que buscas no lleva rostro de mujer

Quedo libre de tus crudas verdades, de todas Ellas: las de tu pasado y presente, que confieso me taladraban, de esas otras que seguramente mañana también vendrían. Que aparecerían de nosédónde. Cuando el “como siempre” comenzó a doler

Me libro de tus noches con otras, de lo cotidiano y beber desenfadadamente en la calle. De las charlas que no necesitan un pretexto de frente para existir. Me libro de tus partidas a las dos de la mañana. Quedas libre de mis visitas –porque las mías solían ser de día con falsas razones. Me libro de los paliativos que me suministrabas, de las caricias en mi flequillo mientras hablabas de temas importantes. Te liberas de mis obsesiones, de los minúsculos detalles en los que solía columpiarme, de que feche nuestra historia torcida y cien veces atropellada.

Te libras de mi insomnio, del sexo truncado en el que a veces –hemos de admitir de una vez por todas- no nos encontrábamos, no te hallaba. Los ojos que no dialogaron hasta el día en que mi partida fue anunciada. Ya no había para donde tirar.

Adiós a tus regalos que venían en forma de melodías y rojos
De eso que no sé qué fuimos
Del miedo que te tragaba
Desertora de este juego de cuatro y tres participantes

Nos acabamos el presupuesto
Se nos terminaron los recursos
Gasolina insuficiente para este viaje extraoficial

Te liberas de esto que sé no te fue suficiente.
En libertad ésta mujer. En libertad ése hombre.


C.

martes, 10 de noviembre de 2009

Vencidos

Hago el ejercicio de tomar un autobús, carretera para pensar “quizá sólo para eso fueron hechas” divago. Viajes largos, un montón de desconocidos y el asiento de al lado vacío. Porque la habitación para uno siempre es más costosa. La voz de todas nuestras madres: la quiero callar y decir “eso no es cierto, a mí no me pasará”, pero cierro la puerta de la habitación y asiento la cabeza, quizá ella tenga razón.


C.

domingo, 8 de noviembre de 2009

(sin título)

pero los dos a la vez,
exactamente a la vez.


- Y siempre me quisiste.
- No, hubo un tiempo en que no te quería, no como te quiero ahora, claro.
- Esperaba otra respuesta.
- Aprendí a escucharlo. de repente comprendí que todo eso era lo que quería: que te quería. supe que todo el camino de mis aprendizajes me había llevado a ti. y ese camino no fue fácil, nunca nada que te cambia por dentro lo es -lacerante maravilla, shatzyshell-. tú no lo entiendes, quizá no lo entiendes, no sé si lo entiendes.
no importa, no hablemos; no hace falta.

Elena

viernes, 6 de noviembre de 2009

"Máximas del aprendizaje"


Aprender a hablar… es saber decir lo que está en mi corazón.

Aprender a ver… saber enfocar las luces de la oscuridad.

Aprender a escuchar… dejando que las palabras reposen mis espacios sin antelación de argumentos, una a una, las letras que forman las palabras y el silencio que se posa entre ellas; los gestos que vislumbran emociones y ademanes que sugieren historias de vida: el árbol, la montaña, la sonrisa, el río, el llanto, la lluvia, historias de vida de lo natural.

Aprender a saborear… y nada más: manzana, limón, afta, carne, flor, sandía, aguacate, lengua, labios, beso que es tan diferente.

Aprender a tocar… tanteando en la palma la suculenta oscuridad como si fuese la luz de mi vida.

Aprender a vivir… dejar que todo lo que haya aprendido se vaya con su muerte natural, que me invadan los vacíos del silencio total: dar a la muerte su respectivo lugar en la vida.

Cuando nació entendía sin la palabra. La carne suave regordeta y puntiaguda desalojaba la leche de la vida. Esa criatura sabía cómo aproximarse a la leche de la vida, sin palabras. Aprendió a hablar para darle las gracias a la montaña sagrada de leche y así conoció a su madre.

El mundo era para aquella diminuta criatura el momento y nada más. Aprender es dejar de aprehender lo que se ha aprendido. Gracias y nada más…

RMO

martes, 3 de noviembre de 2009

La más grande de las decisiones...(con caramelos de menta)




De vez en cuando necesito de eso, de llevarme al límite y explotar. Hoy desperté como sobreviviente de mi misma… escuchando cada parte de mi cuerpo resonar el mensaje de la vida, esa que se me va de cuando en cuando, más usualmente en momentos turbios.

Existen solo pequeños instantes en la vida en los que he sentido que realmente tengo control, es un ejercicio homeostático, esa la vida. Es que la vida me es o me pareciera tan incontrolada y abstracta que no la puedo poseer y entonces me desato.

Mi loca sin percepción de tiempo ni continuidad se desborda como la leche hirviendo; la destrucción. No me atrevo a llamarla autodestrucción porque no me basta la palabra, es una destrucción total. Me voy hacia ella queriendo beber todo el reflejo del espejo.

Hoy he sobrevivido a los días de alcohólicos reflejos y nubarrones del tiempo, días que yacen en los pétalos de una margarita. Hoy que he visto el “me quiere, no me quiere” uno a uno tirarse al vacío y dejarse llevar por el viento, hoy escuché que me quería, esa la vida, me quiere.

Así abrí los ojos del letargo y mi ventana sobreexpuso la luz de mis intuiciones.

Quiero paz.

Quiero poder decir que lo amaré hasta que muera.

Quiero poder ver todo con estos ojos de hoy, que se clavan en los espacios más limpios, entre las hojas, con cuidado y amor. Esta piel que se deja cobijar hasta por el sol sin cargos vencidos de calor ni cuentas en deuda de luz, quiero esta tranquilidad que habita en el pecho.

No quiero la tristeza ni la decepción, de saber que hay momentos en que tanta neutralidad me parece incontenible, incontrolable y me voy de mí, deshabitando mis lugares amorosos y arrojándome a una canción de luto.

Hoy desperté con el respiro del sobreviviente, la asesina me ha venido acechando por días y ayer me miró a la cara, me tomó por el cuello y ahogó cada deseo de vida en mi reflejo, pero ella no contaba con que hoy amanecería en paz. Soy mi asesina y me mato, siempre recurro a la muerte para sentirme viva.

Hoy cambiaré de personalidad. Que la asesina sólo venga si es para matarme, mientras tanto quiero vida. Me regaré con agua limpia, con cariño, luz solar, la muerte vendrá entonces no para traer vida sino para dar muerte, como debe de ser.

Quizás entonces hoy, deje de ser una vulgaridad de la vida, quizás hoy no tenga miedo a decir te quiero o a olvidarme de los cigarrillos...

RMO

domingo, 1 de noviembre de 2009

4/9

4/9


Decido guardarme un poco, no hay prisa, y sin darme cuenta te elijo.
Elijo ésta mañana, éste estar recostados cinco minutos a plena luz del día en la habitación que me has regalado para hablar de las frustraciones, de la doble moral, del poco esfuerzo, todo se vuelve más sencillo. Me vuelvo más sencilla. Elijo tomar el tren sólo para verte en pijama, llevarte un lonche de frijoles y ese libro que no necesitabas. Te cuento que de tus ocho pares de zapatos cinco son mis favoritos, te ríes, me río, y me dices: “eso no es favoritismo”.

-Está bien, descarto un par. Cuatro de nueve.

Elijo cuidar tu fiebre, besar tu frente. Renuncio a la noche de caricias interminables con Jazz en el fondo y a otros muchos cuerpos que no son el tuyo durmiendo en mi espalda.

Me ves como nunca lo habías hecho y callas
Sólo callas.
Eliges venir conmigo a este viaje, no vaya a ser que me extravíe en el camino o me resfríe con los vientos del Mediterráneo.

Me bajo en el Refugio, camino dos avenidas, estás ahí, nos recostamos, callados, música para llorar, la de siempre.

Dices que no quieres que te trate tan bien, -que no sea tan dulce, que te malcrío, te malacostumbro -porque qué harás el día que me marche.
Callo, nada de eso es cierto.


Te lastimé hace un par de días, te cobré las viejas facturas que guardaba en el cajón.


C.