miércoles, 25 de noviembre de 2009

CLARA Y EL NEGRO CALIENTE.

Clara se preparó el último café del día.

Mientras esperaba que el fuego hiciera subir las aguas de la antigua cafetera italiana para un expreso individual, fumó tres largas y profundas bocanadas de su cigarro de marihuana sentada en el resquicio de la puerta mirando el humo azul rey reagruparse para después dejarse ir cada uno de los azules por su lado volviéndose blancos hasta desaparecer en el aire para siempre. Detrás, las hojas del dollar azul casi gris, se mueven con el aire. Parece que bailan en una coreografía caótica perfecta al ritmo del melódico viento.
Clara se sorprendió, con la quijada relajada y la boca abierta con una expresión boba, como mirando la danza de esas hojas... tan perfecta, cuando el sonido del café hirviendo la sacó de su ensoñación para regresarla al instante en la cocina. Apaga el fuego, se quema un poco al tomar el asa caliente de la cafetera, toma un trapo de cocina y una tasa: su tasa blanca que acaba de lavar minutos antes haciendo equilibrio por no tirar ningún otro plato colocado con maestría en equilibro improbable en el secador de trastes. Con el trapo toma el asa y vierte el contenido en la tasa blanca que recibe gustosa al negro caliente y el vapor que se levanta de esa unión del banco y el negro en ardiente atrevimiento… Clara disfrutaba tanto de ese aroma que se le metía toda por la nariz y hasta los ojos, la boca se llenaban del aroma del café recién hecho tan negro y espeso que el blanco de la tasa se perdía por completo en su presencia. Clara tomó la tasa entre sus dos manos calentándolas, siempre con las manos frías, acercó la tasa a su rostro y aspiró una bocanada de ese líquido espeso y delicioso.

El día de Día de Clara se contaba en cigarros de marihuana y Cafeteras de express.
Y por último pero no menos importante por cuartillas escritas de palabras que aún no sabía si podrían ir unidas en un solo texto o era una colección de retazos de probables novelas o cuentos o ensayos que no cabían en un ninguna de las categorías pues eran solamente un flujo mental que le era imperativo salir y ser concedido, la tinta y el papel para ser releídos.

De alguna manera sabía que había llegado el momento de sentarse y tomar el dictado. Era momento de sentarse y escribir lo que le hacían llegar a sus recovecos mentales, de dónde venían estás palabras, qué querían decir y con quién querían hablar aún no lo sabía pero tenía que dejarlas salir y existir en alguna parte antes de hacer una explosión en su cabeza.

Clara se sentó frente al monitor puso gracilmente sus manos en ese tablero que conocía de memoria y se estuvo quieta hasta escuchar el dictado.

Clara tomo un sorbo de su café que aún estaba caliente lo dejó en su boca para sentir que el negro delicioso y caliente la acompaña.

Un negro delicioso y caliente.

¿Qué pensamientos le atravesaban ésta mañana la cabeza a Clara?. El negro delicioso y caliente que me como cada mañana. Mmmm

Eso un negro delicioso y caliente es lo que me gusta desayunar.. jaja… se imaginaba esa frase dicha en descontexto y una risa boba le invadía el espacio vital.

Tenía la mirada clavada en la ventana: afuera sus árboles se movían graciles bailando, pareciera con la música sonando en casa de clara. La Sinfoniía 5-3 de beethoven. Pero en realidad bailaban con la música del viento que las hacía danzar inequívocas graciles y dóciles en el espacio, acariciadas por las notas transparentes e incoloras e insonoras de ese viento que las hacía a su vez cantar susurros de felicidades. Pero beethoven seguía sonando y a eso sonaba ese viento, ese momento y con beethoven bailaban esas hojas y flores hermosas ante los ojos de Clara que tenía la suerte de estar ahí mismo en ese instante para disfrutar de tan hermosa coreografía perfecta y eterna

Otro trago del café ya tibio. El sabor que queda en la boca es más amargo que antes. El negro caliente se volvió amargo pero aún así es delicioso.

Elisa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario