lunes, 23 de noviembre de 2009

El deseo del colibrí

Tarde. Exterior. Patio con plantas y algunas flores; un colibrí que se pasea. Un café expreso doble cortado y un americano sin azúcar evaporándose sobre la mesa.

-Me da miedo, el simple hecho de pensar que algún día me puedas dejar de amar.

-Pues no lo pienses.

- Pero es que a veces no está en mí, creo que estoy loco, no debería pensarlo porque nos contamina, pero me llega sin darme cuenta, me tensa. ¿Me entiendes? No es que yo quiera complicar las cosas, pero hay ocasiones en las que siento que incluso lo que dices me lastimará por adelantado… ¡Ah! Estoy loco, discúlpame.

- No me pidas perdón. No sirve de nada. Sólo hazme entender. No lo logro. ¿Qué te hace falta? Habla antes que pensar, es más fácil.

- No sé, a veces hablas de tu pasado con tanto amor que pareciera que aun lo sientes. Si nos enfadamos por alguna cosa, tiendo a sentir que es porque extrañas aquello de lo que hablas con tanto amor. A él, ¿Sabes? Pero a la vez sé y estoy seguro que no. ¡Es en realidad que estoy loco, loco, loco! (se golpea la cabeza varias veces con la mano, desaprobando su mas elocuente afirmación)

-No te pegues por favor (con ternura y cuidado le baja la mano de la frente)
Limpia las lágrimas y responde:

- Pero si es que lo amo aún. Siempre lo amaré. En eso no te has equivocado. Pero cómo explicarte que ya no está. Si yo muriera en este momento, ¿Seguirías amándome por siempre?

- Si.

- Pues así fue. El murió, quizás simbólicamente, pero si murió. Incluso fue de un día para otro. Cuando lo veo, en cuerpo, que habla o se dirige a mi, solo siento que fuera un fantasma, que de verdad me da gusto ver, que me acerca por momentos a aquel otro que amé y que me enseñó tanto. No sucede más. Pero en verdad todos los días de mi vida existe una honda exhalación en la que agradezco y nada más. Le agradezco porque con el fui y por eso que fui soy, y mira aquí estoy contigo en el café. Nunca tomé café con él. Yo amo el café. Estamos tomando café.

- No se. Creo que es un problema mío, por mi incapacidad de creer que alguien me pueda amar. Siento que sólo hace falta una decepción para que me dejen. No quiero sentirme así. No es todo el tiempo. No quiero que esto nos afecte.
(el colibrí se acerca al café, se queda estático en el aire en medio de las dos tazas, a unos centímetros de ellos; ellos solo pueden verlo flotar. Desaparece)

-Cuando era niño, vine de viaje con mis padres a la ciudad. Estábamos en el mismo cuarto de hotel y yo dormía en una cama, ellos en otra. Desperté de repente, tenía tanto miedo. Tanto miedo. Pensé que mis padres se habían ido y me habían dejado allí. Cuando los vi pensé que eran unos robots. Pensé que habían dejado unos robots allí para que ellos se pudieran ir. Tuve que despertarlos para calmarme. (Sus ojos se llenan de densas lágrimas y después saltan por sus mejillas, sin sonido, sólo las lágrimas)

- Me duele escucharte. Porque te amo. Pero no puedo hacer más que eso. Eso es lo más que existe. Me lastima porque descubro que mi manera de expresarme y ser, de entregarme libre, sin ataduras y sin recubrimientos; sin disfrazarme, es una manera de ser que te lastima. Pero a mi me duele todavía más que el hecho de lastimarte; el hecho de mi verdad agrietada. Me duele descubrir que amar y ser amado, sin un mínimo manto de textura o disfraz, tal cual somos, lo que pensemos, sintamos y soñemos puede lastimar. Que yo pensaba que algún día podría construirme con alguien, tal cual soy, sin lastimar. Que se ame sólo por la capacidad del otro de amar, sentir, pensar y soñar… nada más.

- Justo eso era lo que no quería. No quiero plagarte de inseguridades. Yo quiero que seas libre. Te amo libre. Mírame, te quiero libre, tan libre como puedas. No siempre siento esto es sólo a veces, y hoy pasó, pero no te entristezcas por favor, lo resolveré, ya verás.

- Esto que está pasando es serio. El colibrí se fue. Voy a tejer. Estemos en silencio querido. Cuando el diálogo se agota es porque nos hace falta un monólogo. Te invito.

Silencio

Mujer que teje, escucha desde el interior de su cuerpo como si tuviese los ojos cerrados (pero en realidad están muy abiertos y fijos en las agujas del tejido)

Yo genero mi propia dinámica de miedo, ahora tengo miedo porque creo que quizás él será, el único hombre que me pueda llegar tan cerca, tan a la medida, tan exacto, pero no perfecto. Que es tan casi milimétricamente accesible a lo que he buscado y sin embargo lo lastimo con mi franqueza. Y que si mi deseo de libertad no se satisface en su totalidad estando a su lado, es quizá porque tengo la ilusión (casi falsedad, casi utopía) de creer que es posible vivir la libertad con alguien; pero en realidad las cosas quizás no funcionan así.

Entonces es una decisión en torno a utopías, a falsedades; donde una data de la decisión de construirme con alguien en la imperfección de la libertad y, la otra, está en construirme libre en la imperfección de la soledad (contigo no tan libre ó libre y sola)

Donde está la verdad poco importa, es más una dicotomía de incertidumbre, es descubrir que entre cada espacio átomico de las cosas yace un pedazo de incertidumbre, es quizás observarla en su total esplendor. La incertidumbre nos acontece en cada segundo, en cada acto de ver las cosas, de escuchar lo que escuchamos, de sentir lo que sentimos… simple y sencillamente porque soy mas pequeña de lo que me he atrevido pensar.

La misma naturaleza de mi alrededor me refleja que la incertidumbre es la misma llama que la enciende y la apaga, es el espejo que refleja el silencio oculto de lo que es admirable, lo innombrable…

Si te digo que te amo, también estoy plasmando una partícula de incertidumbre; en los silencios entre las palabras, entre las letras, en la misma formación de las letras como símbolos. Así, la “A” también podría ser “A” ó “A” ó “a”...sucesivamente. Así en cada acto de certeza que yo pueda plasmarle a la naturaleza, también acaricia la incertidumbre posada en cada espacio libre de mis significados.

Si te digo que te amo, no depende de mí, depende en de lo que tú escuches de mí. Así pues, existo en la medida en la que me dejes existir en ti, mas allá no puedo llegar; NO QUIERO LLEGAR; porque es una trampa. Es a fin de cuentas creer que soy capaz de soltarme absolutamente de esta soledad para estar contigo; y así solo estaría habitando tú soledad.

Y, si te digo que te amo; no puede significar otra cosa más que de entre la incertidumbre de amar, yo sé inciertamente que te amo, y soy capaz de formular una verdad siempre latente. Estoy construyendo mi deseo. Puedo construir mi deseo, aun plagada de desatinos, puedo saber que no sé cómo, ni cuándo pero empecé a soñar.

Es como tejer, casi automático; el ejercicio del deseo. Es como zurcir el suéter que a unas veces quedará a la medida y otras más, terriblemente grande o terriblemente pequeño. Me atrevo a mirar mis manos, seguir la pauta de mis dedos al tejer y detenerme antes de hacer el punto; me permito el deleite de tejer mi propia ropa creyendo que eso es suficiente. En el momento lo es, en el instante pareciera que tiene sentido y que llegará a un fin, el fin de ser un punto perfecto. Pero cuando veo el suéter terminado, sólo busco los puntos inconscientes; aquellos que se lograron desvanecer de entre mi constante escrutinio de consciencia. Busco fascinada por dónde pude yo haber equivocado mi deseo, un hilo que me lleve a querer tejer otro suéter.

La verdad es que aquellos que tejo perfectos y sin puntos deformados, son aquellos que regalo al instante. Porque esos ya no me sirven. Al final amo mi capacidad de descubrirme incierta. Mi ética será quizás la mas inconsciente y retorcida; y me parece fascinante.

Y si digo te amo; quizás sólo es porque ahora terminé de tejer un suéter y está plasmado de puntos inconscientes y apretados.

Se rompe el silencio.

-Querido, ¿Te he dicho que te amo? Si, lo he dicho lo sé. Pero te amo.

RMO

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