jueves, 21 de enero de 2010

Voy de paseo



Voy de paseo, y esta vez, mi mente va más rápido que el autobús. Los espectaculares de la carretera y las luces de la pantalla parecieran ser dos mundos paralelos; contrastes de fondos y transparencias, las luces de aquí adentro, y allá, la gran pecera seca.

Hoy un paseo, y yo, más libre que el vasto exterior que se despliega desde el vidrio de mi ventana. Juego a volar y lo consigo, como cuando de niña jugaba a ser sirena en las olas pequeñitas a orillas del mar. Por ahora nada me aturde; hoy me gusta...

Existen preguntas, como intermitencias; latidos rítmicos de una curiosidad que va bombeando el vuelo. No escribo con otro fin que el de plasmar un vuelco, evidencia de lo móvil. Eso, sin desatender a la idea de que hay un puñado de otros. Por el contrario, tanto más profunda la soledad, tanto más infinita la otredad. Si no me entiendes es que estas en el punto céntrico del vuelco: la nada. El circulo ya no cabe aquí, mi paseo es una esfera, muy posiblemente, una esfera líquida.

No.

Es una esfera en término medio, una pelota de mercurio transparente, volátil como un gas, tóxica de contener, pero suficientemente ambivalente para atraerse a si misma: positiva y negativa. Me elevo, soy algo contenido en medio del todo y el todo me traspasa. No entendía. Pero así somos.

¿Una nueva teoría de la evolución?

Somos ahora formas incontenibles e imperceptibles, pesadas y difusas que se adhieren sólo para sobrevivir. Así, mi paseo fugaz me llevó a una reflexión viva, quizás cruel, pero eso no me lo callo; de lo que habita en el mundo paralelo de mi ventana y los espectaculares; un parpadeo (autoconciencia) y ahora, vuelvo al paseo.

¿Cómo se despide uno de la vida? Y ahora me permito complicar las cosas porque de vez en cuando me reclamo a mi misma no saber meterme en otros zapatos.
¿Cómo se despedirá uno que nunca ha sentido plenitud? ¿será acaso una despedida desesperanzada? Sé que estoy hurgando en las preguntas que anudan la garganta, pero insisto:

¿Cómo concibe uno el final si nunca entendió que algo había iniciado?

El paseo se tornó denso, la burbuja, esta que soy yo, es pesado gas en la irracionalidad de mi conciencia.

...

Se escucha una marcha impetuosa, el par de baquetas golpean una tarola austera y seca, el pandero marca el ritmo al final de cada compás; sigilosas las cuerdas de un bajo seducen las aceras de un camino semi-alumbrado y la oscuridad de la noche la lleva una pianola ebria y descuidada.

Hace algún tiempo, aquel bajo bailaba junto con una chillante y colorida trompeta. Una noche, como cualquier otra, la trompeta chilló tan agudo que de un sopló se voló a la orilla de un mar solitario. Posee la vastedad del horizonte y el sólo que siempre quiso, pero no hay oídos que alcancen aquellas notas. Cada noche mientras las olas pequeñas acompañan el silencio, ella irrumpe cantando la soledad, nostálgica; quizás la escuche su viejo bajo.

Entre las ahogadas trompetas del mar y los pícaros cabareteros ritmos de un camino perdido, se eterniza una historia de amor. Una historia como todas las otras, que se inscriben entre los mundos paralelos de mi ventana y el exterior. La pecera no está seca.

Ir de paseo es mi movilidad, las historias que se dictan son como cuando aun era niña, intento abarcar aquello que parece inabarcable.
Ir de paseo es viajar,
a donde quiera que sea,
a donde es preciso divagar,
a donde es preciso mirar,
cuando preciso escuchar.

Rebe

2 comentarios:

  1. Rebe!! esto es un ejemplo de la hiperdensidad de lo simple!, sin duda alguna ir de paseo es necesario... :)

    Salud.

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  2. Asi es mi Mariooooo asi mero !!!!!! salud!!!

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