miércoles, 13 de mayo de 2009

MUERTE

El sueño es hermano de la muerte, dice Corneille. Sueño: placer momentáneo que dificulta la vuelta a la realidad. A veces, Rosa, frágil como una florecita, quisiera dormir eternamente para poder soñar y poder vivir lo que en su vida diaria le es negado. Rosa quisiera que las noches y los días se le fueran dormida para poder experimentar lo que, cuando está consciente, no es capaz de sentir. Pero a Rosa sólo le atrae la idea de dormir eternamente porque cree que puede despertar después. El fin del sueño lo decide uno: basta con poner una alarma.

Pero morir, piensa Rosa, morir, eso sí que no. Porque muerta, cree, ya no podrá ni siquiera soñar lo que en vida no puede vivir (porque aunque Rosa tenga la sensación de que todo en el mundo “real” le es ajeno, la muerte no le representa ningún consuelo). Finalmente, Rosa quiere vivir.

Después de leer la cita de Corneille, a Rosa le queda la impresión de que el sueño es un ensayo de muerte (según su interpretación, claro está). Entonces, a pesar de lo mucho que disfruta perderse en los colores y sabores de sus deseos reprimidos, decide que ya no quiere dormir. ¿Para qué entrenarse?, piensa.

Entonces, desde hace algunas semanas, Rosa pasa los días y las noches en vela, buscando evitar tanto el sueño como la muerte. Ahora quiere vivir. Vivir intensamente. Dejarse llevar. Abrirse a las experiencias. Sensibilizarse. Explorar distintos caminos. Mejor entrenarse para la vida que para la muerte, piensa.
Pero Rosa es víctima del miedo (y con miedo, ya se sabe, no se puede vivir ni morir con tranquilidad) y, a su ya larga lista de temores, ahora se ha agregado el del sueño. Se ha convencido de que dormir le quita horas de vida (pero no se le ocurre pensar que vivir también le quita horas de vida). Rosa está muy confundida (tanto como quien escribe esto). Así que decide mejor recargar su cuerpecito frágil y esbelto (como el tallo de una florecita) contra la pared. Poco a poco dobla las rodillas y se va dejando desvanecer, derrotada por la vida, el sueño, y la idea de la muerte.

No, lo que Rosa debería hacer es congelar el tiempo. Aunque la vida no le guste, aunque la muerte le dé pavor, y aunque sueño ya no le cause placer. Más vale quedarse pegada a la pared, consciente, observando el desfile de los muertos vivientes... Y a ella, ¿quién la ve?

VERA REYES

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