viernes, 6 de marzo de 2009

El tiempo


Que si cura.
Que si se estira más que una liga o es tan corto como un pestañeo.
Que enseña.
Que te trae el olvido.
Que todo lo acomoda.
Y que es justo, ni antes, ni después.

El tiempo, a tiempo, cuando toca. Y ayer un cinco de marzo en la tarde, en una fecha cualquiera, el tiempo me dio un regalo, uno maravilloso que deseé por años, que imaginé en incontables horas-almohada y relaté muchas veces en horas-diván.

Sin más ni más, cuando él y como él lo decide suceden las cosas y se dan los reencuentros.

Ayer, así fue, y el tiempo nos regaló a los dos lo que nos debía, coincidieron tu momento y el mío porque ahora sí era nuestro tiempo, antes… hace mucho… no fue así, y quedamos inconclusos.

Nos miramos a los ojos como queriendo encontrar las imágenes de entonces pero conscientes del privilegio del presente. Hablamos, nos reímos, nos sorprendimos y también a ratos callamos –degustando sin prisa y con intensidad nuestro momento–, mientras los recuerdos y el ahora llenaron y vaciaron varias veces nuestras "tazas de café".

¡Qué gusto encontrarte! Saber de ti y saberme en ti después de tantos años. Poderte decir que seguías en algún lugar de mi alma y que… ayer, justo ayer, como las piezas de mis rompecabezas, te acomodaste con precisión en el lugar que te correspondía… desde hace tiempo.

Sara

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