sábado, 14 de marzo de 2009

silencio

La carcajada desenfrenada, los pasos apresurados, el golpe de la puerta.
Entró despacio, como quien descubre que ha llegado al lugar de partida, reconociendo cada rincón, fue ahí cuando la encontró acostada, el mismo colchón.
Los brazos se acercaron en automático, pareciera que los cuerpos embonaban desde siempre. Quitó la frazada y descubrió la piel, la conoció, no podía decir bien a bien si había estado antes, parecía tan distante.
Ella apenas si se movió con su llegada.

Era todo tan perfecto, se quitó entonces la chamara, luego la camisa, besó su cabello.
Fumó una o dos veces más y lo apagó. Bajó un tirante, ella se volteó.
Comenzó a quitarse la camisa - la espalda más bonita que he visto- sonrío, la voz de Leonor era un eco constante.
Sentía como la sangre se amotinaba, desabrochó el pantalón.
Bajó el otro tirante - . . . y tus hombros como siempre hablando- la besó en el cuello y se vistió de piel, entero, como un recién nacido.

Se recostó y le dijo despacio al oído: - ya estoy aquí-. Ella hizo un gesto de esos que solo en cama aparecen y se volteó de nuevo.
Recorrió despacio su pecho, el abdomen, las piernas y entonces subió el camisón. Leonor gustaba de dormir sin pantaletas.
La mano en su sexo y comenzó. Apenas si se movía, solo la humedad parecía responder.

Es una delgada línea la de los sueños y la vigilia, sobre todo a esas horas de la madrugada.
Leonor solía soñar con aquella serpiente que se enredaba entre las piernas hasta comer su sexo, cada semana el mismo sueño, cada semana otro confusión.

Sus labios la probaron y la lengua caliente como una braza la ponían a danzar como medusa hipnotizada.
La penetró suavemente, se dejó vaciar entre las cavidades.
Leonor era el perfecto semblante de un gato al nacer, ciego y lleno de gemidos.
Emilio beso sus senos y se recostó.

La serpiente hacía nido en el vientre y ahí reposaba tranquila mientras Leonor veía como las ramas la envolvían y no podía moverse, temblaba, era un temblor extraño, no era miedo, otra cosa.

Al amanecer Emilio se vistió, los calcetines primero y se recostó en el sillón.
Lo vio ahí dormido, la chamarra en el pecho, fue al baño. El placer de orinar como si fuese la primera vez.

-Buenos días- dijo acariciando su cabello.
Emilio la vio como una sonrisa volteada.
-¿Descansaste? no sentí cuando llegaste.-

. . . 

Silencio

-Voy a poner café ¿te pongo una taza?-
Emilio se levantó, tomo las llaves y se marchó.



Lunática

No hay comentarios:

Publicar un comentario