viernes, 13 de marzo de 2009

Violencia

Evidente, comprobable porque la ves en las heridas, los moretones, porque puedes sentir y tocar las cicatrices.
Obvia, porque se escucha en el grito que desgarra el instante o en el gemido leve que se tolera en lo cotidiano.
Extrema, porque te paraliza por completo y no tienes oportunidad de huir y salvarte.
Violencia clara como el agua.

Pero hay otra, una sutil, que no hace ruido ni se nota pero igual aniquila el alma.

Violencia que se esconde en la mirada con la que me descalificas e ignoras.
Esa que viene envuelta no en mentiras, sino en la verdad que dejas oculta, en lo que no me dices, lo que te callas.
En el juego de palabras y argumentos que te justifican pero con los que me excluyes.
Violencia antigua tras la broma, porque te faltó valor para decirme lo que era, y como veneno lento pero seguro mató mi esperanza.

Violencia mía al morir en vida.
En la negación de todos mis sentidos ante tu desesperación y tu angustia.
Violencia en mi boca que te besó primero y soltó después la palabra ambigua y traicionera.
Violencia porque fría e insensible me planté ante ti, amorcillado y perdido.

Violencia en ti y en mí, la tuya y la mía juntas como respuesta desesperada y furiosa ante la impotencia de ver que irremediablemente se nos moría el amor.


Sara

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