jueves, 12 de marzo de 2009

violencia

Que te peguen, que te pisen, que te tumben. Que te arranquen un dedo, que te corten la lengua, que te saquen un ojo. Que te claven un picahielos, que te rasguñen en la cara, que te jalen un mechón de pelo. Que se paren sobre tu muñeca y la pisen como si fuera un chicle. Que te detengan el cuerpo mientras te echan ácido en la cara. Que te claven mil alfileres en la planta del pie. Que caiga un misil en tu ventana. Que te avienten a un río (el más cercano) después de haberte destripado. Que tus restos caigan del agua como si fueras un saco de basura. Que la gente (la mala) converse sobre su vida familiar mientras yaces tendida (ya muerta), esperando (en realidad no esperas nada porque ya no eres nadie) a que desintegren tu esqueleto. Que te den en la espalda con un palo.

Que los otros (o alguien) deseen tu sufrimiento. Que los otros pretendan (y logren) cambiar el rumbo de tu vida. Que aún sin pretenderlo cambien el rumbo de tu vida. Que derrames lágrimas, que tu cuerpo expulse sangre. Que las palabras de otros raspen tus oídos, que los golpes de otros magullen tu piel, que tu propia impotencia te mate por dentro. Y que vivas deseando nunca cruzarte con alguien que te tan solo mirarte pueda condenarte a un eterno infierno.

VERA REYES

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