jueves, 12 de marzo de 2009

Tema de la semana: Violencia: "En nombre del amor"



Tíñete los labios de rojo, eso no te hace una prostituta.

La que ha nombrado cada detalle con la palabra culpa.

La mujer que sólo conocía el orgasmo por revistas cosmopolitan, cuando concebía al hombre como su único proveedor de placer

.

Y es que en nombre del amor le gritoneó que se bajara del coche porque desde los ojos de él ella veía a otro mientras hacía fila para comprar palomitas en el cine. Ella lloró durante toda la película. Justamente veía “Amar te duele”, no recuerda la película. ¿Para qué? Si tenía la propia.


Tenía que ser inmaculada. Él le prohibía leer y salir con sus amigas y abuela porque eso la influenciaba para quererlo dejar. Estudiaba cada uno de los movimientos de ella: cuando se bajaba del auto controlaba que desde todos los ángulos sus piernas estuvieran perfectamente cerradas, sólo abiertas para él. Si miraba a la izquierda ya era motivo de sospecha de que seguro le estaba mintiendo, que pensaba en otro. Maldita sea la hora en la que él conoció la programación neurolingüística se decía ella.


En nombre del amor fue penetrada con tanta fuerza, con tal transgresión. Bajo el “si no lo haces es que no me amas”, esa leyenda es cierta, no sólo de telenovelas. “Pobrecito, tuvo una infancia difícil” ella lo compadecía, pero hacía una mierda consigo misma. Fornicar llorando. Ni uñas tenía para enterrarlas en el colchón, se las había llevado la ansiedad. Sentir que perdía el aire. Que podía morir ahí mismo por el dolor que sentía, los escalofríos que recorrían su piel. Los intestinos parecían explotar. Welcome, this shit is love.


Él hablaba de aplastar la cabeza de todo aquel que se atreviera a mirarla, estrellaba su cabeza y puños contra la pared por la furia que le ocasionaba ver que ella se hubiera maquillado ese día: “Prostituta, quieres llamar la atención. ¿Por qué no puedes ser tan buena como mi madre o como mi hermana?”, y bueno, también rompía los objetos que ella le había obsequiado de dulce aniversario. Alguna vez la empujó.


Había caldo de res con verdolagas en la estufa y ella lo movía en círculos, casi absorta. Él sacó un cuchillo grande del cajón, y le dijo: “si me dejas me mato”. Ella ni siquiera lo miró. Subió las escaleras, con la mirada de indiferencia que nunca antes había tenido, le dijo “haz lo que quieras, lo peor de todo es que no te matas”. Algunos minutos pasaron y escuchó un ruido, volvió a la cocina, él estaba tirado en el piso con el cuchillo al lado. Se quedó fría. Se escondió como una niña en la alacena, no cabía el entendimiento. Parecía que finalmente él estaba muerto, fue la primera vez que creyó que se iba a volver loca. Él se movió, sólo estaba fingiendo.



La culpa que no pudo ser olvidada: cuando descubrió la masturbación por vez primera. Todo sea en nombre del puto amor.



*C




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