sábado, 21 de marzo de 2009

Tema de la semana: Ansiedad "Retórica inútil de un cuerpo deshabitado"

Retórica inútil de un cuerpo deshabitado.

Fue hace cerca de 2.5 millones de años. La pupila captó una vibración que venía de entre los Enebros prehistóricos al costado de una cueva. Fracciones de segundos pasan cuando la luz ya ha logrado irrumpir en los conos y bastones oculares. Se activan. Acto siguiente la carga energética corre con ímpetu hacia la contrariada corteza cerebral. El sujeto advierte, reconoce la amenaza. Al cabo de dos segundos su respiración hace alusión a un tren de vapor. Los poros intranquilos gritan y lloran despidiendo gotas saladas que cobijan la piel del impávido. Las venas se unen al movimiento revolucionario y contraídas aceleran el paso de la sangre por el torso dejando desprovistas a las extremidades del hombre, esa sangre que pretende jugar carreras con la vida. El corazón se desboca, el oído se inmoviliza y pareciera que ha crecido el doble de su tamaño, atento, atinado, esperando…
Han pasado ya treinta segundos desde que el sujeto observó el movimiento detrás del arbusto, sus músculos lo obligan diligentes en posición de guerrero, pareciera que se preparan para salirse del cuerpo. El viento enfría las evasivas gotas de sudor que resbalan hasta el cuello sensibilizando íntimamente el brío de aquél hombre. Se consuma el primer minuto y el silencio perturba la espera, el ojo empieza a nublarse queriendo concretar la realidad. Simultáneamente el hombre advierte el sutil decaimiento de su expectativa y un segundo golpe de adrenalina recorre el cuerpo agilizando los signos vitales…él está esperando. Lo más probable es que detrás del Enebro un sarcástico animal saltará de oportuno acabando con el hombre y su familia en menos de veinte minutos. Una vez percibido el riesgo, la pupila se dilata para acrecentar la agudeza visual, las venas se contraen empequeñeciendo el espacio para el torrente y agilizándolo para sustentar con calor al tórax; en caso de que un asalto bestial le arrebatara alguna extremidad, no morirá al instante por desangrar y podrá conservarse con vida más tiempo si sus órganos vitales se resguardan con el oxigeno cálido de la sangre. El sudor resbala queriendo regular los efectos de la sangre, refrescando, como una caricia materna que pretende sepultar la pesadilla nocturna. Los músculos se preparan para correr o atacar, tensos, apretados llenos de furia y violenta armonía de protección. Latente el joven se enfrenta a su propia muerte de cara a cara. No existen los espejos. Quizás es la primera vez que vive esta situación pero su ancestral sabiduría corpórea lo prepara para entregarlo todo, hasta la posibilidad de ser posible...
Marisa estudiante universitaria de 5to semestre va de camino al departamento. Hace casi tres horas que salió de clases. “El Cano” su novio quedó de llamarla por la tarde. Marisa tomó un café con Carmen su mejor amiga. Después acudió a la boutique puesto que la noche será única y quiere estar bien presentada. Llega a su casa y decide que no cenara para verse esbelta (En el fondo cuando se siente delgada es como adquirir el permiso de convertirse en fiera con “el Cano”). Llega a su casa, son las nueve de la noche. Se da un baño, se reinventa la cara con pinturas, se sirve un trago, enciende un cigarro, escucha su canción de fiesta. Se para, se sienta, mira el teléfono. Por primera vez en el día, considera en llamarlo… Se impugna.
Sigue con el trago y el cigarro, camina, pretende bailar aligerada, camina de nuevo, se sienta, da el golpe, mira el reloj, mira el teléfono, mira el espejo…
Son las 12 de la noche y Marisa está sentada en el sillón de su sala. Suena el teléfono. Lo deja sonar una vez, dos veces, lo toma con manos temblorosas, se agita, se remueve, espasmos interiores… Han pasado cerca de siete horas en las que las pupilas de Marisa se dilatan y nublan, la sangre le hierve ventajosa, los nervios se erizan como conectados a una corriente eléctrica… Siete horas….El teléfono suena y Marisa concluye su noche:

-“¡Hasta cree que le voy a contestar...Imbécil!”

Rebe Morfín

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